Las uvas de la ira
Por lo que se ve, a ti los indignados no te dan ni frío ni calor, pasas olímpicamente del 15M. Me lo dice un amigo. Y me lo dice en tono de reproche; como diciendo no esperábamos eso de ti. Demasiado joven el amigo y demasiado bueno para intuir que los que de alguna manera tuvimos algo que ver con el primer mayo, el del 68, quedamos o definitivamente inmunizados o irremediablemente contaminados.
Por eso se ve ahora tanto viejo reverdecido reivindicando con ardor su parte alícuota de indignación. Por la alta inspiración moral de lo que leo y oigo sobre el movimiento, tengo el sentimiento de que podríamos estar ante la penúltima reserva espiritual de Occidente. Pero, no siendo entendido, no llego a distinguir las crianzas de las reservas. Y cuando las distingo, me suelo quedar con las crianzas. Eso cuando no prefiero un cosechero. Los indignados piden cosas la mar de razonables, todas de una manera u otra recogidas en la Constitución, también llamada Carta Magna en oposición a las pequeñas.
Porque vamos a ver, ¿qué piden los indignados? Piden coche, casa, un sueldo y un trabajo (por lo menos un sueldo) y novio o novia el que o la que no tenga. Lo que no piden es salud y juventud, que ya las tienen y hasta podrían repartir. El error, de haberlo, podría estar en que, en vez de empezar por currarse lo que piden (como hicimos las generaciones anteriores, unos anticuados que llamábamos a la noble indignación cabreo y con esas ordinarieces no hay forma de salir por la tele), lo que piden lo pidan al Gobierno. Pues quien pide a la política la felicidad pide demasiado, podríamos decir parafraseando a Benedicto XVI que lo tenemos por aquí y, digan lo que digan, es uno de los hombres que más sabe de esto y de lo del más allá.
Lo único que me intriga a estas alturas del 15M es si Rubalcaba se lo o nos lo va a servir vuelta y vuelta, churruscado, sangrante, marinado, en escabeche, en microondas, en horno convencional, por fusión, por fisión, en infusión, al pilpil, al ajo arriero, estofado, rebozado, reducido, troceado, deconstruído, deshuesado, caramelizado, confitado. Que servirse y servírnoslo nos lo va a servir. Por activa y por pasiva, de eso no hay duda. Si uno anduviera bien de fe, rezaría para que el Señor nos asista y Alfredo, Pérez o Rubalcaba (qué más da) nos diga esta vez con 24 horas de antelación lo que nos merecemos y no tengamos que esperar a leer en pantalla en la noche-víspera de la jornada electoral, después de la cena, un horrible MANE TEZEL FARES que nos hiele el alma. Bastante tenemos ya con votar un 20N.
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