De chiste en San Lorenzo
Me vino a la memoria mientras paseaba la otra tarde por la acera que rodea la playa de San Lorenzo, en Gijón. Es un chiste, pero tiene algo que ver con el tema que me ocupa. Dicen (vaya usted a saber quién o quiénes lo dicen) que un mal día se presentó ante San Pedro un pobre pecador que acababa de fallecer con el alma tiznada. El portero celestial le señaló el infierno como lugar de destino, pero a ruegos del condenado, y previa consulta con el Dios de la misericordia, le dejó escoger entre el infierno alemán y el infierno español. Los dos infiernos presentaban a diario el mismo programa: una pared negra, un cubo de pintura, una brocha, una escalera y... a pintar la pared de blanco. Y así, por toda la eternidad. El recién fallecido preguntó dónde estaba la diferencia entre uno y otro infiernos. San Pedro se lo aclaró: Es muy sencillo, mire usted: en el infierno español un día falta la brocha, otro día no hay escalera...
¿Que a qué viene el chascarrillo? Me aclaro. He visitado muchas playas españolas y extranjeras. La gente disfruta paseando por las aceras que las rodean. Sólo en la playa de San Lorenzo de Gijón, quienes así lo deseen, pueden recorrer sus espacios a pie, en bicicleta o subidos a un patinete.
Por descontado, los ciclistas y patinadores han de ser muy diestros para colarse entre la gente sin empujar o derribar a nadie. Pero los caminantes tienen mayor peligro aún. Y más suerte si no los derriban.
¿Quién habrá sido el inventor de esta moda extraña y peligrosa? La primera vez que lo vi me dio la risa. Después, siempre que observo a esos monstruos de la velocidad, me da miedo. Y conste que soy de aquí, de Asturias de mis amores.
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