Atapuercayupanqui y la visita del Papa
Una de las acusaciones más peregrinas contra los peregrinos de la JMJ es la de que ocupan espacios públicos. Pasaban unos cuantos peregrinos por Puerta del Sol, camino de una de sus paraliturgias, cuando se les echó encima una horda de laicistas santamente indignados porque les pisaban el jardín donde, desde
mayo, vienen cultivando boniatos, tomates ecológicos y, en el invernadero, una revolución pendiente que les encargó Rubalcaba.
Fuera con los intrusos. La calle es de los indignados 15M, que la debieron de heredar de su abuelo paterno, D. Manuel Fraga Iribarne. A no ser que estemos ente la tercera desamortización de bienes de manos muertas. Después de la de Mendizábal y la de Madoz, la de la delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, que su señor marido sabrá cómo se llama pero que nos haría un favor llamándose, por ejemplo, Malasaña. Nombre castizo y glorioso que nos permitiría alinear para las amortizaciones, con las de Mendizábal y Madoz, una tercera eme (MMM); mucho más manejable que el acrónimo de la disidencia sexual, la famosa Federación Estatal de Lesbianas, Gays y Tata-Tatatá, más largo que el tren de las piraguas.
Piraguas. La última edición nos dejó 350 toneladas de basura. A dos kilos por barba piragüera (como barba es femenino, espero que a efectos estadísticos valga también para las chicas). Los del Orgullo Gay y Compañía, mucho más productivos, arrojan un balance de cuatro kilos per capita. No tengo actualizados los datos de los Sanfermines y otros macrobotellones de prestigio, pero se puede conjeturar que no irán a la zaga. Más difícil de sopesar resulta la productividad basurienta del 15M pues, en su caso, no está claro dónde acaba la basura y dónde empiezan los cultivos ecológicos. En conjunto, de la buena prensa que disfrutan todas esas megamovidas, cabe deducir que el estercoleo natural de calles, parques y plazas reduce las emisiones de CO2 y frena los estragos del cambio climático.
A los de la JMJ, en cambio, se les sigue con lupa por ver si dejan caer un clínex o se les despega una tirita. Condones no se buscan; dan por descontado los progres que los jóvenes católicos son de piedra. No saben que los católicos holandeses y los canadienses dejaron de ser minorías postergadas por lo que se conoce como la venganza de la cuna. Una venganza que, si los datos no me fallan, debió de comenzar unos nueve meses antes con la venganza de la cama. O del santo suelo, en los casos de emergencia. Creced y multiplicaos, dijo el Señor de judíos y cristianos (y no pocos se lo tomaron al pie de la letra). Tiene que ser un señor muy anticuado; de lo contrario hubiera dicho abortad a tutiplén, que suena más moderno (y hasta le hubieran invitado a las tertulias de la SER).
Volviendo al argumento, ¿por qué unos tan limpios y tan guarros los otros? Enseña Freud que la relación con la basura tiene que ver con el control de los esfínteres (se debió de quedar calvo, el hombre, con el descubrimiento). Piensa Chesterton que quien deja de creer en Dios termina creyendo en cualquier cosa. A lo mejor exagera, pero la verdad es que estos misioneros del ateísmo, los de la calle y los de los medios, lo ponen todo perdido. La calle y la retórica. Entre tanto los curas progresistas, tapiados en las sacristías, esperando que pase este bochorno de agosto con una juventud tan pulcra y un Papa casi diáfano. ¿La mugre sería más evangélica?
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