Peregrinos de la JMJ en Asturias
No he ido la JMJ celebrada en Madrid recientemente, pero sí he podido vivirla de cerca gracias a los peregrinos que pasaron por Asturias. Con esta carta quiero compartir la experiencia que supuso acoger y acompañar a estos hermanos en la fe.
Un error al facilitar nuestros datos nos impidió a mi mujer, a mi hija y a mí acoger en nuestra casa a los jóvenes, que organizados desde la diócesis de Oviedo peregrinaron por nuestra tierra los días 11 al 14 del presente mes. Nos unimos a ellos en la Eucaristía celebrada el lunes 15 en la plaza de la Catedral. Fue muy hermoso compartir y celebrar la fe con tantos cristianos venidos de otras tierras y estar en comunión con los sacerdotes y obispos asistentes. Vino a ser como una mini-JMJ en Oviedo.
Luego, durante los días del 15 al 20, sí hemos podido acoger a nueve chicas argentinas (en dos tandas de cuatro y cinco, respectivamente) pertenecientes a las comunidades neocatecumenales. Recibir a estas chicas nos hizo un bien enorme. Nos dieron unos testimonios de fe sencillos, auténticos y plenos de alegría y esperanza.
Por el Principado de Asturias pasaron más de 600 argentinos y me ofrecí voluntario para acompañarles como guía. Muchos de ellos pertenecían a familias humildes (algunos, que aún no habían visto el mar de cerca, mojaron sus pies ¡por primera vez! aquí, en el Cantábrico) y numerosas con cinco, seis, siete y hasta diez hermanos (sin contar los que tenían en el cielo, incluidos los abortos naturales, no voluntarios, de sus madres. Aunque no llegaron a nacer, los consideraban sus hermanos). Fueron unos días fabulosos viajando, rezando, cantando, bailando y conviviendo con ellos. Me contagiaron su juventud, alegría, valentía y valores cristianos. Me reconfortaron y afianzaron en la fe de la Iglesia.
Para la mayoría de estos jóvenes fue un descubrimiento visitar nuestra tierra: ensalzaban lo guapas y bien cuidadas que estaban Gijón y Oviedo, quedaban sobrecogidos al visitar la Catedral, Valdediós y Covadonga y se maravillaban de la belleza paisajística que les ofrecía Asturias (valles, montañas, pueblos y costas). Agradecían, además, no tener que soportar las altas temperaturas de otros lugares de España. Cuando partieron para Madrid sentí no poder acompañarles y me arrepentí, un poco, de no haberme inscrito para la JMJ.
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