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Contestación al escrito firmado por la catequesis de Limanes el 06/08/2011

17 de Septiembre del 2011 - Margarita Fernández Rodríguez (Limanes)

En primer lugar, lo siento, pero me cuesta creer que el señor párroco no esté detrás de la autoría del comunicado firmado por los catequistas. A no ser que éstos pertenezcan a la misma quinta que don José Manuel, lo que explicaría ciertas expresiones y parafraseos.

En general, se tiende a simplificar y tergiversar los hechos. La vorágine de protestas no se ha producido por el «hecho de adecentar el cementerio viejo», sino por la absoluta falta de información con que se han abordado las tareas.

Señor párroco, no se canse intentando justificar lo injustificable ni pretenda defenderse atacando con tanta saña a quien ejerce su derecho a protestar ante hechos tan inauditos como los tratados en este asunto. Quisiéramos saber cómo se tomaría usted si al visitar la tumba de sus padres no encontrase ni padres ni tumba.

En alusión a la minoría que usted tan alegremente ha despreciado, todos los que estábamos allí fuimos suficientes (más de quinientas firmas nos respaldan) para denunciar los atropellos cometidos y, aunque no todos vivamos en Limanes, tenemos nuestras propiedades en el cementerio y al menos uno de nuestros progenitores es de Limanes.

Cuando se carece de argumentos, lo más fácil es recurrir al insulto y al descrédito. La descalificación es su única arma, señor párroco. Desprecia a sus feligreses tildándolos de ignorantes, entre otras cosas. Debería usted superar esos prejuicios que hacen gala de una personalidad dura, implacable e inamovible.

Su escrito no se entiende, y no por cierta retórica forzada y estéril. No parece sino un intento de desviar la atención del problema claramente definido en la denuncia, que es la destrucción de lápidas sin aviso previo. Ni más ni menos. Una denuncia basada en hechos sobradamente probados, no en sospechas ni habladurías. Tampoco sabemos cómo se atreve a pronunciar los términos «rencor» o «problema pasado» ni a qué se refiere con ello. Y usted habla de demagogia. Usted no informó ni debidamente ni claramente de sus intenciones.

Usted afirmó haber dado aviso. Es muy probable que creyera que la comunicación oral en misa sería suficiente para informar a los feligreses, debe de ser humilde y reconocer su error.

Aunque no se acuda a la misa de la iglesia de Limanes, sí que se visita el cementerio y se lee todo lo que se cuelga en el tablón de anuncios que hay junto al templo.

Por otra parte, el hecho de cebarse en el juego de palabras más o menos exactas es una prueba más de pobreza de argumentos. Y se puede decir que usted no dilapida, más bien al contrario, atesora, calcula y mide cada centímetro y cada céntimo, buscando una rentabilidad extrema. Eso, señor párroco, se llama usura. Y no estamos en contra del ahorro, de la sobriedad o de la sencillez, tal y como están los tiempos. Pero sí en contra de medidas que rozan el asalto.

Por último, terminar una exposición con una cita literaria es un recurso de erudición vistoso y fácil. Es más: podría autoaplicarse el significado de la misma, no deja de resultar irónica su cita.

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