Carta abierta a la presidenta de la comunidad de Madrid
Estimada Señora
Seguramente Vd. ya sabrá, por su magisterio en el Ministerio de Educación, que los docentes teníamos 18 horas lectivas, pero, espero me pueda comprender, creo, e intento razonar a continuación, que por cada hora lectiva hay que computar muchas más horas de trabajo, Vd. misma.
Al igual que los médicos, en sus consultas, al menos eso creo, cada hora lectiva implica un programa y un método, esto es, una programación, que no se puede, ni se debe, improvisar en el momento, ni por supuesto dejar al albur de lo que a cada quién se le ocurra, Vd. ya me entiende. Sino de lo que efectivamente está sucediendo en la ciencia, la historia o la filosofía.
Esto, estimada señora, no se improvisa según uno o una, entra en la clase con veinticinco alumnos de media, mirando directamente, en el mejor de los casos, al profesor o a la profesora. Tenemos, y es nuestra obligación, que llevar bien preparadas las clases, pero esto no es todo, porque eso siempre ha acontecido.
Además de eso, y en virtud de los distintos sistemas educativos que hemos padecido, que como el suyo, han profundizado aún más en las obligaciones de los docentes (será por eso de que teníamos muchas horas libres y muchos meses de vacaciones). Hemos asistido, casi a diario (léase cada curso), a una multiplicidad de legislaciones de última hornada (por supuesto que cada aquel quería hacerlo mejor que aquel otro, y no me refiero a Vd. naturalmente, dada su efímera vida académica), que creyeron que era bueno que el profesor, léase maestro, también tuviera que cuidar de los chicos y chicas, creyendo éstos, por las razones que fueren, que los probes estaban muy desatendidos. Se crearon entonces las horas de guardia.
Pero es que, ¿Qué le voy a decir a Vd. que Vd. no sepa? Las familias también querían hablar con los profesores de sus hijos e hijas. Legítima demanda, por cierto. Pues venga horas de atención a padres y madres. Cosa con la cual, quién suscribe personalmente esta carta está muy de acuerdo, pues creo correcto y justo que, además de enseñar, informemos a sus progenitores de ello.
Ítem más, pues no se acaba ahí la cosa Sra. Ex Ministra, resulta que también había, puesto que supuestamente disponíamos de mucho tiempo, que realizar actividades extraescolares para la mejor atención de los púberes. Pasamos a ello, lo hicimos. Organizamos viajes, seminarios, jornadas culturales y de las otras, exposiciones de todo tipo, ordenamos y clasificamos la biblioteca, hicimos actividades deportivas con los chicos, nos apuntamos al curso bilingüe, y un largo etcétera, que supongo conocerá por su anterior cargo. Hasta el punto de de llegar a poner en marcha un Programa de Apertura del Centro a la Comunidad que, teniendo efectivamente, al menos en algunas autonomías, remuneración económica, no lo eran, en absoluto, para el docente que se encargaba de ellas, sino como Vd. bien sabrá, una compensación en horas lectivas, ¡Qué horror!
Seguidamente a algún legislador creativo se le ocurrió la brillante idea, que, puesto que aún nos quedaban demasiadas horas libres al día, teníamos que hacernos cargo de los niños y niñas, de los chicos y chicas, y si me permite y sin ánimo de ofender, de los jóvenes y jóvenas. Cuando éstos y éstas desembarcaban en el colegio o instituto, cuando salían jolgoriosamente a revolotear en los recreos y recreas, cuando tenían que partir rumbo a su morada, etc, etc, (y por si Vd. no lo sabe, cosa que dudo, si algo le pasaba a algún/a jóven/a impúber/a, recaía todo el peso de la ley sobre nuestra conciencia y persona, pero sobre todo sobre nuestra persona).
Yo no soy quién para explicarle a Vd., señora ex ministra de educación, a la que supongo bien informada, de las horas de reuniones de profesores de todo tipo que nos es preciso tener, y con razón, además, dicho sea de paso para el bien de toda la comunidad educativa. Claustros de profesores, reuniones del equipo educativo, de coordinación pedagógica, consejo escolar, de los distintos equipos de coordinación de programas (véase bilingüe, apertura de centros, biblioteca escolar, atención a la diversidad, coordinación de tutorías, equipos de orientación educativos, evaluaciones de grupo y un largo etcétera).
Pero es que, aunque Vd. También lo sepa, cosa que no me cabe duda, teníamos y tenemos que evaluar a nuestros jóvenes alumnos y alumnas, para lo cual tenemos que hacer pruebas, test, corregir libretas para saber si llegan al grado de expresión que es adecuado en un estado democrático de derecho (y, que por cierto, abultan y pesan mucho, ya me gustaría a mí, sra. Presidenta, verla a Vd. misma saliendo de un colegio con kilo y medio de libretas para corregir el fin de semana, Finde, se dice ahora). Y por supuesto los exámenes, qué sabe una cosa señora ex ministra, no se corrigen solos, es preciso leer y releer cada uno de ellos una y mil veces si es preciso, es necesario anotar todos y cada uno de los errores en los que nuestros jóvenes alumnos recaen, para su bien, no para el nuestro, señora ex ministra presidenta de la comunidad autónoma de Madrid (he visto personalmente a una colega corregir exámenes en un avión, cuando el resto del pasaje estaba plácidamente disfrutando del inicio de sus vacaciones).
¿Todavía trata Vd. de insinuar, querida presidenta, que todas estas labores no son horas de trabajo?
Por lo que a mí respecta, y pese a Vd., seguiré ejerciendo mi oficio con todo el prurito del mundo que ejercido hasta ahora, pero no nos diga a los enseñantes que trabajamos menos que el resto de los trabajadores, que nos ofende a todos, faltaría más.
Atentamente un profesor de secundaria seriamente afectado por sus declaraciones, que, espero, no sean compartidas por su grupo político.
Jorge González,
Profesor de filosofía
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