Me quejo de la Policía de Tráfico
Vivo en Gijón hace cuatro años y no suelo quejarme de casi nada de esta ciudad en la que se han invertido tantos esfuerzos y se han conseguido tantas cosas en beneficio de los ciudadanos. Al contrario, me parece una de las ciudades más maravillosas y privilegiadas de España para vivir y, además, disfrutar viviendo. A los hechos me remito: jardines y parques hermosos, lugares de ocio, carril bici e impulso constante de la vida cultural y deportiva a través de tantos organismos, asociaciones o grupos. Tantos eventos y actividades cada día... Tantas cosas podría destacar y de las que los habitantes de Gijón deberían sentirse tan orgullosos.
Pero tengo que poner un "pero". Ayer me pusieron una multa en la zona de carga y descarga en de las calles del Barrio de La Arena...¡Corcholis! ¡No vean cómo fastidia!. Y sobre todo, porque ya hace un año decidí vender el coche que tenía en propiedad, sencillamente porque soy de los que pienso, por convicción, que necesitamos ciudades más limpias y corazones más humanos y comprometidos.
El coche sancionado en carga y descarga era alquilado. Alquilado uno días para poder desplazar a familiares que han venido a visitarme. Fue multado (fui multado) por la policía local o de tráfico que, a veces, va repartiendo a diestro y siniestro "recetas tan dolorosas". Parece que el escuadrón madrugase ante que la madrugada para localizar casi con regusto cualquier coche mal aparcado y todo ello, creo yo, con el objetivo de llenar las arcas municipales. No hay sensibilidad ni equilibrio de juicio.
No voy a cuestionar el servicio y las responsabilidades de la Policía. Creo que están para servir al ciudadano y protegerlo en otras cosas. Me quejo de la ladina manera de la policía de tráfico de poner algunas multas: con demasiada nocturnidad. Temprano madrugó la madrugada. Era el 30 septiembre de un Gijón ya en calma. Yo fui a retirar el coche muy, muy temprano cuando aún no entorpecía la actividad de los transportistas y repartidores. Voy a pagar la multa de 200 euros pero quiero denunciar lo malintencionada que es a veces la Policía de tráfico, su rigor esmerado y celo extremo. Tal vez, empiece a mirar con desconfianza y duda a esos profesionales de uniforme. ¿La avaricia les vicia? Y si no ¿a quién o quiénes?
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