La mala política
No es primordial tener razón o no, no es trascendental tener la culpa de algo o no. No es substancial mantener la palabra o respetar unos principios. Importa tener el poder o no tenerlo, interesan los fines antes que los medios. Esa es la ética amoral que nos enseña desde hace tiempo (mayo de 2010) el ciudadano José Luis Rodríguez Zapatero.
Estoy absolutamente persuadido de que cualquier militante de base si se atreviera a mucho menos sería expulsado del PSOE con abundante escarnio y deshonor, porque como militantes del partido tenemos menos derechos de discrepancia que como ciudadanos de a pie. Él, los suyos y los que le mantienen, ahí siguen impertérritos apurando este terrible déficit democrático interno que desgobierna y desangra al partido. Es la misma aristocracia política que manda en unas siglas que han usurpado con el advenimiento de Felipe González y sus ministros «socialistas» (Boyer, Solchaga y cía), culminando ahora con este esperpento de «proyecto» socialista.
Con todo, ¿sabéis lo que más me duele? Esa falta de sensibilidad social, ese desparpajo reluciente de ser débiles con los fuertes y fuertes con los débiles. ¿Vence la postura de procurarse un buen empleo para el futuro? Gerhard Schröder, cuando estaba al frente de la socialdemocracia alemana, así lo determinó, y hoy en día cobra jugosos emolumentos al frente de Gazprom.
Si con todo se ganaran las próximas elecciones, el pueblo honrado perdería.
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