Peligro en los preparativos del rally
Ayer, día 6 de septiembre, cuando circulaba por la carretera MO-5, desde Peñerudes hacia Argame, entre las 12.50 y las 13.05 horas, me crucé, en primer lugar, con un coche que subía a mucha velocidad. Al verlo me quedé sorprendido. Poco después vi a otro, en el mismo sentido y también a mucha velocidad. Cuando ya entré en la zona boscosa y con muchas curvas que hay en esa carretera, siempre en dirección a Argame, me crucé con otro coche que también iba muy fuerte, pero trazando bien las curvas. Un poquito más adelante, tomando una curva hacia la derecha, en un tramo en el que se enlazan varias curvas seguidas, me encuentro con otro coche que también viene muy rápido, pero además cortando las curvas, con lo que había invadido mi carril.
Rápidamente frené, me eché lo poquito que me podía echar hacia la derecha, porque no hay arcén en esa carretera, y, como consecuencia de eso, rocé con el guardarraíl. El otro vehículo se abrió lo suficiente para que no chocáramos y continuó su camino como si nada. Un poquito más adelante, en una pequeña recta que hay, paré y me bajé del coche para ver lo que le había hecho al coche el roce contra el guardarraíl y, por supuesto, para que se me quitara el susto de encima. Me volví a montar en el coche y continué, no sin haberme planteado dar la vuelta e ir a la caza del «bestia», pero pensando también que podía ser la típica carrera ilegal de cuatro descerebrados y que lo que me podía encontrar era un problema todavía mayor. El caso es que llegando a Argame veo un puesto de control, un coche parado, con un número naranja chillón pegado al cristal y un muchacho, cronómetro en mano, dando la salida. Paré un poquito más abajo y me fui a hablar con él. Le conté lo que me había pasado y me dijo que no era responsabilidad suya, que era un tramo de reconocimiento y que ya les advertía a los conductores que tenían que ir despacio y que me recomendaba denunciarlo ante Tráfico. Le digo que si ellos como responsables de la organización no podían hacer nada y me dijo que no, que lo denunciara. Así lo hice, sólo que no llamé a Tráfico, sino que me fui al cuartel de la Guardia Civil en Soto de Ribera, y, allí un amable cabo primero me atendió. Me preguntó datos sobre el coche y lo único que le pude decir era la hora en la que había pasado (más o menos), que era negro y que tenía unas franjas de color, pero no podía decirle ni el color de las franjas, ni marca, ni modelo ni, por supuesto, matrícula, porque tuve bastante con evitar la colisión. Me dijo que poco podían hacer, porque sería mi palabra contra la suya, pero que mirarían a ver si se podía saber algo, por lo menos para que me pueda pagar el arañazo que tiene el coche.
Ya cuando circulas habitualmente te encuentras de todo (soy agente comercial y hago muchos kilómetros a lo largo del año), pero que, además, te encuentres a unos cabestros circulando como salvajes por una carreteras abiertas a todo el mundo, sin importarles lo que pueda pasar, y que una organización lo único que haga sea aconsejarte que denuncies a Tráfico porque ellos ya lo hacen todo diciéndoles «no corras», me indigna mucho, muchísimo, tanto como para escribir esta carta al director para que si tiene a bien la publique y desearle públicamente al cabestro con coche de color negro y rayas de colores que tuvo que maniobrar para que no nos la pegáramos, que ojalá te pille la Guardia Civil y te multe por conducción temeraria (son 450 euros y seis puntitos, así que, barata te va a salir la carrera).
Guillermo Muñiz
Oviedo
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