Lección de Brujo
No basta con ser paisano y vestirse por los pies. Ni con la valentía del caballero que, espada en mano, espanta a su paso a las fieras en la noche oscura. Ni siquiera con la fortaleza del hombre acostumbrado a levantarse una y otra vez del suelo tras cada uno de los golpes que recibe de la vida. Ni con ser un marqués en la aristocracia del sufrimiento. Ni con haber puesto en pie a miles de aficionados rendidos a su magia. Ni con meterlas todas pa dentro en un campo de fútbol.
Para entrar en la gala de su eterno rival a homenajear a un amigo santo y seña –y máximo exponente de los valores de su club– con la cabeza alta y en medio de una gran ovación hace falta algo más. Hay que ser un Brujo, un druida sabio, un hechicero capaz de unir en su fantástica pócima la dignidad y el amor por los más humildes, la comprensión para cualquier persona que se le presente en una hora de tristeza y la compasión por todo lo que vive, sufre y muere.
Con su presencia en la IV Gala anual del Real Oviedo, Quini ha hecho más grande al club que representa, a Tensi, al Oviedo, al fútbol, a los que allí estuvimos y, sin pretenderlo, a su ya enorme figura. Y nos recordó que lo único que nos quedará cuando ya no exista el fútbol, la gloria, o del dinero, será la amistad.
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