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Muyeres esqueicidas

16 de Marzo del 2009 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

Pasado el llamado Día de la Mujer Trabajadora, se le ocurre a un servidor comentar cuatro cosas sobre esta efemérides.

No deja de ser curioso que la expresión «mujer trabajadora» parece que se usa únicamente para referirse a las que trabajan fuera de casa y perciben por ello un salario más o menos congruo. ¡Como si las que son exclusivamente amas de casa no fuesen trabajadoras! Que se lo digan, por ejemplo, a las que tienen a su cargo menores, y/o ancianos, o a las dos cosas a la vez; que se lo digan a las que tienen en casa enfermos que no se valen por si mismos, aunque no sean ni menores ni ancianos; que se lo digan, en fin, a las mujeres del mundo rural, que, en la mayoría de los casos, además de los trabajos relacionados con la tierra y el ganado, que no distinguen domingos ni festivos, al llegar a casa tienen que cargar con casi todos los trabajos domésticos, pues los varones en el mundo rural no suelen prodigarse en las tareas del hogar. Con razón surgió en su día, allá en el occidente astur, concretamente en el municipio de El Franco, una asociación que llaman «Muyeres Esqueicidas», expresión del bable occidental que se traduce por «olvidadas».

Como todo tiene su orden, resulta obligado decir que las mujeres más «esqueicidas», oséase, olvidadas, son las que viven en el mundo pobre, en el Hemisferio Sur. Ésas ni siquiera se enteraron seguramente de que se celebraba un Día de la Mujer Trabajadora, porque para ellas todos los días son de trabajo y de miseria. Pero, en fin, esos son otros lópeces.

Entre nosotros, ciertamente las mujeres del campo y las amas de casa que cuidan menores, y/o ancianos, y/o enfermos graves son también mujeres «esqueicidas», porque su trabajo no está reconocido socialmente con el sueldo correspondiente. Los retroprogres que llevan la voz cantante en esta España posmoderna se llenan la boca a veces con la palabra «derecho» y se sacan incluso de su peculiar chistera algún supuesto derecho más que discutible, pero les cuesta dar pasos para hacer efectivo este derecho menos discutible; el derecho del ama de casa a un salario. Malamente van a celebrar, pues, estas mujeres el Día de la Mujer Trabajadora, que parece paradójicamente concebido para ellas.

Por otro lado, con la cacareada crisis que nos afecta, muchas trabajadoras han pasado a engrosar las ya de por sí gruesas cifras del desempleo, con lo cual tampoco pudieron celebrar muy alegremente esta efemérides. A otras no les ha llegado aún la carta de despido, pero la presienten cercana. Es el caso, por ejemplo, de las empleadas –y empleados– de la Fábrica de Loza de San Claudio. Hace algo más de un año ya se perdieron en dicha empresa noventa y pico empleos, la mayoría mujeres, y ahora parece que tienen pie y medio en la calle los cuarenta y pico supérstites. Si no tienes pariente o amigos trabajando allí, quizá te parezca un cierre más, un cierre de tantos, que hay que aceptar con resignación, pero es muy triste que cierre una empresa tan emblemática, que venía funcionando en la comarca desde hace más de cien años. Y queda además el mal sabor de pensar que algunos poderes públicos pudieron haber hecho algo más por evitar el cierre.

Siempre les cabe la disculpa de que se trata de una empresa privada, pero, por lo que se ve, hay empresas y empresas. Aunque las comparaciones sean odiosas, los malpensados consideran que el Gobierno regional puso más interés en su día en salvar alguna empresa gijonesa del mismo sector. ¡A ver si va a ser verdad lo del cerco a Oviedo!

En lo que sí andan diligentes nuestros gobernantes regionales, como me imagino sucederá en otras autonomías, es en la contratación de «asesores», pero a los muy pillines parece que les cuesta ser transparentes a la hora de informarnos a los ciudadanos sobre a quién contratan y cuánto les pagan. Me explico: hace unas semanas uno de los funcionarios autonómicos que tiene acceso a esos datos pretendía remitirle por correo electrónico a otra persona la lista de ese personal contratado, que incluía los sueldos correspondientes y otros datos. Por error en el envío, el mensaje acabó en las pantallas de muchos ordenadores y se armó un revuelo tremendo en las dependencias autonómicas. Para frenar la cosa pusieron fuera de servicio por unas horas los correos electrónicos y el Gobierno regional, amparándose en que en la lista de marras figuraban otros datos personales, se acogió a la ley de Protección de Datos para no hacer pública la lista, que, pese a todo, ya había sido colgada en internet. ¿Dónde queda el derecho a la información que tenemos los ciudadanos? Nadie pretende conocer los datos objeto de protección, pero sí tenemos derecho a saber cuánto cobran los empleados públicos. ¿Por qué la mayoría de los medios de comunicación regionales obviaron este tema?

Para quien le pique la curiosidad aclaro que son concretamente 63 los contratados por el Gobierno regional entre parientes y amigos –con algunos apellidos no hay lugar a dudas–, la mayoría, por cierto, mujeres y se llevan al año, al parecer, unos 2,5 millones de euros, en cantidades bastante diversas: unos no llegan a los 30.000 euros y otros rebasan los 50.000. ¡Y eso que ellos mismos inventaron un Ministerio de Igualdad! En todo caso, supongo que hasta los de treinta mil pudieron celebrar felizmente, si quisieron, el Día de la Mujer Trabajadora.

Ni qué decir tiene que en esto de la contratación de parientes y amigos asesores no tiene la exclusiva ningún partido. Leo en «Autogestión» que el Ayuntamiento de Oviedo, cuenta con un asesor de protocolo, otro de turismo, otro para organizar congresos y otro de urbanismo, cuyos emolumentos oscilan entre los sesenta y pico y los ochenta mil euros anuales. Éstos también pudieron celebrar a lo grande, si quisieron, el Día de la Mujer Trabajadora. ¿Verdad, paciente lector, que te está entrando la vocación de asesor?

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