El coste de los asturcones de la Escandalera
He leído en su periódico un excelente reportaje de Ángela Angulo que lleva por título «Oviedo se retrata», en el que se presentan una serie de fotografías que los numerosos turistas que visitan la ciudad llevan como recuerdo aprovechando las esculturas de muy diversos artistas que adornan nuestras calles y plazas, siendo un referente más de Oviedo.
Permítame que me llame la atención un hecho reseñable que pasa desapercibido y que es el que, entre las fotos que adornan las dos páginas, no figure la de la obra del escultor Manolo Valdés de los tres caballos o asturcones que se encuentran en una de las esquinas de la plaza de la Escandalera, no por ser artísticamente más o menos importante, sino por ser la más cara. Y llama la atención porque lo que no saben los turistas, ni siquiera la mayoría de los ovetenses, es que dichos caballitos combinados con la exposición de las Meninas, del mismo autor, en el paseo de los Álamos, han costado más que todas las que salen fotografiadas (1,2 millones de euros). La decisión sobre la compra de este caro arte ha sido tomada íntegramente por Cajastur y abonado a la «marchante» que ya trabajaba a tres turnos para muchas instituciones por aquél entonces, teniendo, ¡mira que es casualidad!, en el consejo de la Caja a un amigo de su esposo que militaba en su antiguo partido, siempre perfectamente colocado en puestos clave trabajando, eso sí, a algo menos de un cuarto de turno.
También sorprende que la valoración pagada desde la Caja por los tres caballitos haya sido, en proporción, más alta que la que facturaron estos esforzados «trabajadores a tres turnos» cuando colocaron otras tres esculturas del mismo autor en la T4 de Barajas y que parece que por exceso de peso reposan no se sabe donde. No se pueden imaginar los asturianos la de millones de euros facturados con ese frenesí laboral con el que han trabajado con ayuntamientos, diputaciones, empresas públicas, obras sociales de cajas, en su mayoría controladas por el PP, para «acercar la cultura» de los artistas de su «cuadra» a los españoles.
Claro que la FSA, que conoce con más detalle este asunto, no lo denunciará como lo está haciendo con otros que se refieren al PP, pues era una de las muchas maneras «torticeras» que empleaba para tener «grapado» al más influyente asesor de su antiguo partido en las posiciones a seguir en cualquier situación o cambio que se produjese en la Caja y que, con ese adormecimiento, casi le hace perder al PP un representante al que tenía derecho en el consejo de administración en favor de IU, socio de gobierno del PSOE.
Desgraciadamente, lo que nunca se podrá conocer será la facturación que las grandes empresas constructoras han pagado de su bolsillo por «embellecer con el arte» cada tramo de autovía u otro tipo de obra pública que ejecutaban, sabiendo perfectamente los gustos y debilidades de los «estajanovistas del arte y del capital».
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