Un simple ejercicio
Las chicas tenían que estar disponibles las 24 hora del día y, por el módico suplemento de diez euros, eran obligadas a mantener relaciones sexuales sin medios de protección frente a las enfermedades de transmisión sexual (y quizás embarazos), aspecto que pone de manifiesto la absoluta indiferencia del que es objeto la salud de estas personas, explotadas sin miramiento alguno como si de una simple y provisional mercancía se tratara. Por desgracia, noticias de este tipo saltan a la palestra con demasiada frecuencia, pues para ejercer la avaricia y mezquindad parece que hay lista de espera, pero, ¿y qué decir de la clientela? Ardua tarea la de asimilar la carencia de sensibilidad o escrúpulos de quien busca o encuentra placer acostándose con una chica que sabe está forzada y amenazada, así como la de comprender que la frontera entre la seguridad y el riesgo propio o ajeno sea cuestión de unos pocos euros.
Sí la proliferación del tráfico y secuestro de personas sometidas a la prostitución tiene una vinculada directamente con la demanda, no estaría de más que quienes solicitan sus servicios hicieran un simple ejercicio mental: situarse en la otra parte.
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