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Parecidos nada razonables

18 de Septiembre del 2011 - Julio Luis Bueno de las Heras (Oviedo)

Con motivo del décimo aniversario del 11-S se está diciendo mucho, y entre ese mucho dicho no faltan las tentaciones de comparar los asesinatos masivos sufridos a lo largo de la década en Nueva York, Madrid, Londres y Oslo.

Sinceramente, quisiera que fuera cierta la edulcorada –y a mi juicio irreal– imagen según la cual la reacción española frente a los atentados (supuestamente islamistas) del 11-M se pinta émula de la madura y evangélica reacción de nuestros lejanos vecinos nórdicos, y contrapuesta al bárbaro y resolutivo daca anglosajón en Nosedondestán o Aquisistán (abominado por la progresía hemipléjica, justo hasta los capítulos en los que el señor Obama tomó la pluma).

Frente a la ingenua piña americana, ¿es para estar orgulloso de la criminalización que aquí se hizo de las presuntuosas veleidades imperialistas del presidente Aznar, alentándose desde los partidos de izquierda una fractura social de difícil y lenta compostura? Que aquí no se persiguiera al moro ni se responsabilizara al Islam de la muerte de doscientos compatriotas, de lo que se ufanan algunos optimistas, no es, para mí, prueba de nuestra madurez cívica, lucidez histórica y equilibrio temperamental. Creo que la simple realidad es que aquí nadie tuvo nunca claro ni de qué moros o cristianos se trataba, ni qué tipo de prenda, turbante, boina o gorra cubría realmente la cabeza pensante del ataque del 11-M, ni si tenían hura en desiertos lejanos o en cloacas cercanas. (No lo dice ni la sentencia de la Audiencia Nacional, como no dice otras muchas cosas que algunos dan interesadamente por supuestas o probadas).

Aquí, como somos tan resabiados como dados a perdonar y olvidar a los culpables de según de qué terror se trate, no se cargaron las tintas sobre los asesinos, tanto es así que, por ejemplo, los presuntos traficantes de explosivos –¿alguien recuerda sus caras o sus nombres?– fueron rápidamente difuminados en imaginario criminal de nuestra sociedad, reservado con rentable saña para los líderes occidentales de la guerra de Irak. Simplemente buena parte del pueblo español fue inducido a asumir el 11-M como un merecido castigo a un Gobierno embarcado, con más voluntarismo que sustancia y con más pompa que circunstancia, en una aventura bélica falsa e interesadamente tildada de ilegal, cuando sólo se trataba de una de esas discutibles acciones de fuerza que la Historia reserva a naciones de ópera, no de zarzuela.

Dar la espalda al sentimiento pacifista de los ciudadanos comunes y corrientes tuvo el efecto –entonces aparentemente colateral– de un vuelco electoral y un utilísimo paso de rosca en la demonización de la derecha y en la alianza, acomplejada de culpa y sumisión, con según qué civilizaciones.

No veo semejanzas. En América el 11-S unió. Es España el 11-M dividió. Los desastres de la guerra en Libia, Siria y Egipto pasarán. Lo de Irak es crónico y rentable entre nosotros, y en período electoral pasa por recidivas agudas. Y si no, al tiempo.

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