No juzguéis y no seréis juzgados, a propósito del párroco de Villaviciosa
El pasado domingo 11 de este mes, este medio publicaba la noticia de que el actual párroco de Villaviciosa, don Adolfo M. Álvarez Sánchez, sería sustituido por otro sacerdote en sus funciones pastorales en Villaviciosa y otras parroquias del concejo. El citado artículo arroja unas aseveraciones, bajo mi punto de vista, injustas, de dudoso gusto, al poner en entredicho la honradez, honorabilidad y buen hacer de don Adolfo M. Álvarez, al cargo de la parroquia de Villaviciosa, aseverando que el «Arzobispado y algunos feligreses discrepaban de la gestión económica del párroco de Villaviciosa», datos que el artículo no apoya en documento o declaración alguna pública hasta el momento por ningún responsable del Arzobispado de Oviedo, ni se hace mención, por supuesto, a la cuantía de feligreses de esta parroquia que corroboren esta situación.
Por lo tanto, yo, por pura prudencia, no debo ni puedo entrar en si hay o no desarreglos contables que se le puedan achacar a la exclusiva gestión de don Adolfo M. Álvarez, pues no manejo esos datos y de existir los mismos no creo que éstos sean de pública trascendencia. Por todo esto, es mi opinión que publicar algo que afecta directamente a la honradez y honorabilidad de una persona, sea ésta sacerdote o sea cualquiera de nosotros, siempre es necesaria la prudencia de asegurar fiel y documentalmente la veracidad de la noticia. Por lo tanto, tratándose de temas tan delicados, creo que únicamente han de resolverse, si fuera menester, en la sede arzobispal, pero jamás en la prensa.
Por mi parte quisiera hacer una reflexión, personal y por supuesto subjetiva, sobre la gestión no sólo económica, sino pastoral que don Adolfo ha venido realizando en Villaviciosa estos últimos 8 años. Quizás alguien pueda pensar que un sacerdote es alguien que está por encima del bien y del mal, olvidando que como todos nosotros es un ser humano y por tanto está sujeto a esta condición, condición que implica aciertos y errores en su trayectoria vital como cualquiera de nosotros, y como Cristo nos enseña en un pasaje bíblico: «Quien esté libre de pecado, que tire la piedra», San Juan (Jn. 8,111). Podríamos reflexionar también sobre la deuda cercana a los 34.000 euros que algunos feligreses mantienen con la parroquia, y que estoicamente don Adolfo capeó con serios disgustos hasta hoy mismo, ¿también esta gestión económica es culpa del cura?
Quizá don Adolfo M. Álvarez no sea un sacerdote al uso, pero él es como es y como entiende su ministerio sacerdotal, muy pocos sacerdotes de la Diócesis de Oviedo tienen los amplísimos conocimientos de liturgia que don Adolfo M. Álvarez posee. Es muy posible que no haya quedado ningún enfermo de sus parroquias al cual el no haya visitado, que no haya nadie que no haya sido recibido con cariño y comprensión en su casa sacerdotal, que nadie que le fuera a pedir algún favor, incluso económico, no haya sido atendido en la medida de sus posibilidades por don Adolfo. Por tanto creo extremadamente injusto y me atrevería a decir que también aprovechado tratar de lapidar en la prensa a un sacerdote como don Adolfo M. Álvarez ahora que han conseguido del arzobispo de Oviedo sus propósitos. Por último y para terminar, el pasado domingo don Adolfo celebraba la misa solemne de las fiestas del Portal ante varios centenares de personas en la iglesia parroquial de la Villa, y a pesar de ser una oportunidad esplendida de defenderse públicamente de las insidias lanzadas sobre él, este humilde cura nada dijo, salvo que acataba la orden de su Arzobispo al cual le debe obediencia, ¿Quién en su caso y circunstancia pondría la otra mejilla?
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