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Los intereses del doctor Abascal

23 de Septiembre del 2011 - Ana García Apaolaza (Grado)

El doctor Abascal vuelve a aparecer en los medios para defender a Foro (¿?) y, principalmente, sus intereses gremiales. Y es que poco a poco van cayendo las caretas y cada uno queda con sus vergüenzas al aire. Ahora se ve que toda la cúpula médica tiene inclinaciones foro-económicas pensando en la exclusividad, o mejor, en la eliminación de la exclusividad para que puedan seguir cobrando y ganando fama en la Sanidad pública y encontrar, gracias a ello, su becerro de oro en la Sanidad privada.

Ha bastado con que se insinúe la posibilidad de cambiar la actual ley que les somete para que todos a una (la presidenta del Colegio de Médicos, el doctor Abascal y todos los que mantienen su poltrona en la organización colegial) salgan a aplaudir esa posibilidad. Y uno piensa: ¿por qué hay que cambiar una ley que, a la vista está, ya les permite a estos privilegiados profesionales tener su puesto –incluso ser jefes de servicio– en la Sanidad pública y, al mismo tiempo, mantener una intensa labor en la medicina privada? No sé los intríngulis de esta ley pero me huele que la cosa, como siempre, debe estar en la «pasta»: ahora, para tener consulta privada, los médicos tienen que renunciar a una parte del sueldo; si se cambia la ley, igual recuperan esos 1.000 o 1.500 euros que pierden.

Sea como sea, me parece una absoluta falta de delicadeza que estas personas que ya disfrutan de la compatibilidad entre lo público y lo privado se esmeren tanto por mejorar su régimen de privilegios y tan poco en pensar en el común de los mortales que tiene que padecer una sanidad con listas de espera cada día más amplias y largas en el tiempo. En unos momentos en los que se está cuestionando la viabilidad de la Sanidad pública por razones económicas, lo lógico sería que estos prohombres y produjeres que dirigen la organización colegial, los servicios sanitarios y hasta los hilos políticos regionales se preocuparan de conseguir la mayor eficiencia de los recursos públicos. Ya que a los foristas les gusta tanto el trabajo a tres turnos, lo lógico es que el doctor Abascal, la presidenta del Colegio de Médicos y todos sus compañeros en el opulento mundo de la Sanidad público-privada estuvieran planteando que los quirófanos de nuestros hospitales funcionaran día y noche hasta conseguir que todos los enfermos de la Sanidad pública reciban la atención a la que tienen derecho. Pero se ve que lo de los tres turnos algunos lo entienden a su manera: un miniturno en la Sanidad pública y un turno en toda regla en la Sanidad privada para hacer caja.

Es una vergüenza. Por lo menos podían tener la delicadeza de no mostrar tan abiertamente los intereses que les mueven. Un jefe de servicio y una presidenta del Colegio de Médicos deberían mostrarse beligerantes ante todos los problemas que asolan a los médicos de la Sanidad pública, que son la mayoría de sus colegiados. Problemas que para la inmensa mayoría de los médicos no tienen nada que ver con la dedicación exclusiva, porque sólo una minoría privilegiada puede aspirar a tener consulta privada. Los verdaderos problemas son garantizar la formación profesional, establecer niveles salariales mejores y, a la par, controles de calidad más serios, garantizar que se valore a los buenos profesionales rompiendo el amiguismo que existe a la hora de establecer jefaturas, direcciones e incluso programas de operaciones en los servicios sanitarios. El verdadero problema es garantizar la continuidad de una Sanidad pública de calidad, la renovación de sus profesionales y el prestigio social y económico de los mismos.

A estas alturas seguro que casi todos los médicos de la Sanidad pública asturiana tirarían voladores si el doctor Abascal, la presidenta del Colegio de Médicos y buena parte del staff que la acompaña en la responsabilidad colegial no sólo ven reconocido su derecho a no tener dedicación exclusiva, sino, incluso, a que se les pagara su salario de la Sanidad pública para que se dedicaran en exclusiva a sus consultas privadas. Seguro que, corriendo el escalafón, mejorarían muchas cosas para la inmensa nómina de grandes profesionales de la Sanidad pública que están viendo limitadas sus aspiraciones, cuando no sus propios ánimos, por este ejército de avariciosos que ya no piensan en sus obligaciones con el enfermo y con la entidad que les paga y les ha permitido alcanzar fama, sino sólo en sus consultas privadas.

Y dejo aparte otra cuestión interesante: la fuerza de las convicciones ideológicas de estas personas. Hasta hace nada eran convencidos «peperos». Ahora son entusiastas «foristas». Mañana, si es preciso, serán conversos «comunistas». Y el paciente, ¿qué?

No quiero que parezca una falta de respeto, pero pienso que el doctor Abascal podría subir unos centímetros en su especialidad: dejar la urología para pasar al ombligo. A su ombligo, dado que es, al parecer, lo que más le preocupa.

Ana García Apaolaza

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