Escribir para no decir nada
Soy un lector ávido de las secciones de opinión de los diarios. Incluyo en las mismas las columnas periódicas, las más o menos periódicas y, por supuesto, las Cartas al Director.
De todas las secciones mencionadas, la última me chifla. Porque, a pesar de algunos criterios de selección que uno no acaba de entender, son un reflejo casi exacto de la vida social, en algunos casos, menos condicionada por la opinión publicada y políticamente correcta- que en general provocan (no sé si consciente o inconscientemente), la mayoría de los medios.
La sección periódica de comentaristas fijos y casi diarios, tiene el atractivo de saber que, una vez localizada la firma y leída la primera parte, ya sabes de qué va, incluso uno mismo sería capaz de escribirla. La sección más o menos periódica ocupada por firmas más o menos estables, suele ser más variopinta. Se encuentra el genio ocasional que en alguna ocasión consigue una columna deliciosa en base a una anécdota (de las muchas que se le ofrecen), generalmente política y que se esfuerza por mantener la independencia de la que presume, aunque todos sabemos que los productos del sujeto, son siempre subjetivos, más o menos, pero subjetivos . Incluso en éste grupo, hay algún escritor cuya habilidad le lleva a escribir no solamente en todos los medios escritos de la región, sino también sobre cualquier tema: desde la observación personal de lo que ocurre a su alrededor, hasta contarnos sus viajes y farras, pasando por algunos de tipología más específica que se acercan un poco a su formación. Leyéndolo todos los días se obtienen sus filias y fobias de manera tan clara que en algún caso, sobre todo las fobias, rondan la paranoia.
Y finalmente las Cartas al Director, una muestra variopinta de la vida social, en donde cabe de todo. Cierto es que algunas repiten sus firmantes aunque planteen situaciones distintas, siempre embadurnadas por experiencia personal o reacción a otras publicadas. Cierto es también que, entre sus firmantes, hay muchos realmente mejores que algunos de los habituales columnistas, y además, lo hacen gratis. Junto al agradecimiento que a lo mejor no saben hacer de otra forma más personal, se encuentra un epitafio al amigo o familiar que se ha ido, el lamento de la indefensión que genera enfrentarse a la administración, el comentario político de algún acto o alguna expresión, el análisis de una decisión cuestionable, etc,
Alguna vez se me ha ocurrido que al igual que hay ediciones especiales para territorios (que consiguen que en unos lugares no se sepa lo que pasa en otros), podrían hacer una separata semanal con las Cartas al Director recibidas. A buen seguro que se leería con mayor enjundia y atención que otro tipo de columnas o artículos de opinión. Prueben
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