El poder de convocatoria del Papa
En la segunda de LA NUEVA ESPAÑA del pasado día 30 de agosto, don José Manuel Ponte parece estar perplejo (su columna responde al epígrafe de «Inventario de perplejidades») por el poder de convocatoria de Benedicto XVI. Ya cansa desmentir tanto tópico desinformado (prefiero no pensar que malintencionado) del coste de la visita y no sé cuántas cosas más. Es falso, y punto. Y cualquiera puede recabar información fiable al respecto.
Me interesa más señalar que el poder de convocatoria no es personal de Benedicto XVI (por lo demás, uno de los intelectuales contemporáneos más solventes, y esto lo avala gente de indudable categoría como el profesor Gustavo Bueno), sino del mensaje del que es portador. Y ese mensaje no es un manifiesto, una ideología: es una persona eternamente joven, viva y vivificadora. Es Jesucristo.
Para acabar, un ruego al señor Ponte: No haga chistes fáciles acerca de la convivencia de millones de jóvenes y no tan jóvenes en esas jornadas. Puedo citar el caso muy querido para mí, de mi hija y su novio, atravesando ambos muy difíciles circunstancias personales que no viene al caso describir, que han dedicado con entusiasmo su trabajo desinteresado, su esfuerzo, sus vacaciones, a participar como voluntarios en las mismas. Como ellos, miles de jóvenes que constituyen una sólida y maravillosa esperanza para el futuro.
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