Ídolos desprovistos de valores
Los lamentables incidentes de las postrimerías del partido de la Supercopa de fútbol en el Camp Nou –hace unas fechas– han vuelto a encender las señales de alarma sobre la peligrosa degradación de las normas de respeto en ese deporte. Aunque se trata de una profesión que genera grandes pasiones y mueve mucho dinero, y aunque se trate de dos potencias del balompié, como son el Barça y el Madrid, hay líneas de conducta que no se deben traspasar, y esa noche en Barcelona se sobrepasaron largamente.
A lo largo de la historia, la rivalidad de los blancos y azulgranas ha tenido muchos episodios de tensión, pero nunca hasta ahora se había visto al entrenador de uno de los equipos intentar hacer daño a un técnico del club rival metiéndole un dedo en el ojo e ignorarlo después en posterior rueda de prensa.
Recuerdo que en mis tiempos jóvenes, haciendo deporte, meter el dedo en el ojo al rival, y menos por la espalda, era un acto de cobardicas. Siempre fue así en los patios de colegio. La acción de Mourinho es, pues, muy negativa y más que para él, para el Real Madrid como responsable de la entidad deportiva. Si eso hubiera ocurrido en un pueblo cualquiera de Sudamérica, no habría salido ileso y por su propio pie.
Horrorizado de cómo algunos deportistas llamados de élite –prototipos para nuestros adolescentes– se comportan dentro y fuera del rectángulo de juego con auténtica violencia, ¿cómo podemos exigir respeto en la vida a nuestros muchachos si sus ídolos se permiten agredir impunemente y después negar las muchas provocaciones que cometen? En esa noche de fútbol sólo he oído decir una frase más o menos razonable: «Un día pasará algo grave».
Como aficionado al fútbol, y más al deporte en general, y como defensor de sus valores para el crecimiento moral de los seres humanos, me temo que ciertos comportamientos están causando un irreparable daño a nuestra juventud. Alguien debería recordar con mucha frecuencia aquella máxima de «lo importante es participar». Y alguien también debe tomar cartas en el asunto para que el comportamiento deportivo en todo momento sea un hecho.
Estimamos que el mundo del fútbol concretamente exige una refundación, unas nuevas normas, nuevas personas dirigentes y, sobre todo, un organismo que lo vigile y tutele y que, cuando sea menester, sancione de forma implacable a quien corresponda, tenga el rango que tenga. Estamos ante una gran ocasión de meter la excavadora, echar abajo la contagiada estructura actual, depurar responsabilidades y potenciar un fútbol nuevo dentro del marco de la ley, del rigor y de la ética.
José Antonio Gutiérrez
Piedras Blancas
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