Orgullosos de la Fundación Hospital de Avilés
"César, tiene que irse para la Fundación Hospital de Avilés hoy mismo". Esas palabras que parecían frías en ese momento, pronunciadas en el Hospital de San Agustín, se volvieron pronto cálidas. Estaba tan cómodo mi padre en aquella habitación del Hospital San Agustín con su compañero Ángel (a quien deseo en nombre mío y de mi familia una pronta recuperación) que en un principio tomó mal la noticia. Una vez allí, todos pudimos comprobar que el cambio había sido para mejor. "¡Qué bien sabe el café aquí", decía mi padre nada más probarlo. Sería el comienzo (no el final) de una serie de maravillosas experiencias. Pronto parecía estar en un hotel de 5 estrellas. "Que buena la comida, inmejorable el trato, etc", pensaba. Todos menos él sabíamos que le quedaba poco tiempo de vida, así que valorábamos aún más, si cabe, todo lo que le rodeaba. ¿Qué decir del Dr. Miranda? Una persona encantadora, mejor profesional y con un trato exquisito. Directo como ninguno, pero tierno a la vez. Mi padre le cogió cariño nada más verlo y sé que él también se lo cogió a mi padre. Día tras día (hasta nueve), mi padre era feliz, solo interrumpida esta felicidad por los achaques de la enfermedad. El "colosal" Dr. Miranda no perdía de vista a ningún paciente y mi padre no paraba de preguntar por él cuando no lo veía. Se pasó el fin de semana preguntándonos por él. Sólo con verle le reconfortaba. Queremos, desde nuestra más humilde posición, daros las gracias a todos los integrantes de ese equipo que funciona como un reloj suizo. Nuestro padre ya no está entre nosotros (físicamente, porque en nuestras mente y alma está más presente que nunca), pero desde allá arriba os da las gracias por lo bien que lo habéis cuidado.Dice que no pudo despedirse de todos vosotros, porque nunca notó del todo que se iba a ir. Sé que el Dr. Miranda lo pasó mal ese día porque vio en los ojos de mi padre cosas que en otros pacientes no veía, o porque no lo demostraban, o porque como mi padre no había ni habrá nadie. Ni una queja, ni un lamento. Papá, quiérenos como antes, que nosotros no podemos vivir sin ti. Tus hijos y familia.
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