Nuestros políticos
Sí, en esta ocasión me refiero a esas personas que han puesto, así como suena, a su servicio a todos los poderes mediáticos, policiales y de justicia, de tal modo que han logrado dominarlo todo. Que se legisle prusianamente para todos menos para mí; que se toque todo lo que haya que tocar, menos lo mío.
Hoy los políticos, esos hombres y mujeres por cuyas labores nos encontramos con que estamos obligados a leer parte del Apocalipsis diariamente en la prensa tienen todos los medios, y con ello pueden crear –de hecho, la han creado–una catástrofe de tales dimensiones que ya la vida en España, en democracia, se extingue.
Ya el ciudadano se da cuenta –un poco tarde, ¿verdad?– de que este Gobierno sólo ha tenido capacidad para el mal y la destrucción. Bien orquestado, al estilo teatral del PSOE.
Todos sus poderes disparan contra el ciudadano, pero no para matarlo de una manera definitiva, sino para destruir su personalidad. Buscan la quiebra del sistema, organizando, ya no de una manera sutil, no; descaradamente, ya que el borrego sigue tragando, la destrucción de la confianza entre las gentes. En definitiva, otra demostración de que las dictaduras florecen (qué raro se hace encontrar estas dos palabras juntas: dictadura y florecimiento) bien porque los hombres estén llenos de ignorancia o bien cuando éstos temen hablar y actuar contra ellas. También puede que contribuya a ese florecimiento el hecho de que haya alguien que no permita que nuestras opiniones, las opiniones del pueblo, lleguen a esos dirigentes.
En una nación donde la democracia fuese la doctrina arraigada en todas las mentes, y donde todos hubieran de someterse a unos estatutos confeccionados con la más rigurosa severidad en cuanto al comportamiento cívico de todos sus miembros, sin fueros para unos y con una despótica rigurosidad para otros; en una sociedad donde no existiesen los sueldos fabulosos para los privilegiados, y donde fuera ilegal o fuese duramente penalizado el dejar de un plumazo en la inopia y en la miseria a la inmensa mayoría del pueblo, un buen porcentaje de la clase política actual española estaría de lleno metida en algún artículo del Código Penal, por su cercanía o pertenencia plena a la delincuencia.
Tal como se han comportado y aún se comportan con el pueblo, no extrañaría en algún círculo que se viese muy bien que los carteles que se exhiben en épocas cercanas a unas elecciones y que rezan «Deposite aquí su voto» se pegasen en las papeleras por su parte exterior, para que en realidad fuese allí el voto.
Es esta clase de políticos la que ha metido en las mentes del resto de los ciudadanos la idea de que urge un nuevo modelo de Estado en España.
¿Surgirá algún político entre tanta mediocridad –casi nulidad– que se atreva con ello?
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