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El supervisor de nubes

14 de Octubre del 2011 - Juan Goti Ordeñana (Oviedo)

¡Qué tardos y lerdos hemos sido los españoles, que en más de siete años, casi ocho, no hemos sabido, qué presidente del Gobierno tenemos! Ha tenido que ser él mismo, quien situado en la rampa de salida y perdida toda esperanza, que diría Dante al entrar en el Infierno, el que ha tenido que decir qué es lo que ha hecho todo el tiempo de su estancia en la Moncloa: «Tumbado en una hamaca, supervisar el paso de las nubes».

Y si contemplamos los hechos a toro pasado, ¿qué han sido estos siete años, casi ocho, de su estancia en el poder? Podemos advertir en verdad que se ha dedicado a contemplar cómo pasaban las nubes y las tormentas, pues ¿qué función iba a desarrollar si la tierra era del viento más que contemplar la carrera de las nubes?

En un principio, en una posición amena, apetitosa y cómoda, en aquel cielo de sol con alguna nubecilla que le dejó Aznar. Consideró que su misión era despilfarrar y malgastar la herencia que le habían dejado, sin dejar de torpedear a toda ideología cristiana en aquellos puntos que podía dañar más, como la enseñanza, la directa destrucción de la familia cristiana, el matrimonio homosexual, el aborto y una persecución general muy poco disimulada. Y como esto le parecía poco, no dejó de echar su cuarto a espadas para crear una quimérica Alianza de Civilizaciones, sin ningún conocimiento de lo que era esto, y sin saber dónde se metía. Y, para colmo, queriendo ser el gran pacificador, con la entrega de la sociedad de Euskadi a los extremistas de Herri Batasuna. Aunque esta última operación no era una creación suya, pues desde muchos años antes ya estaba planeada, y Eguiguren venía trabajando en ello desde los años 1992-93, cuando fue nombrado presidente del PSOE de Guipúzcoa. Pero cuando él llegó a la secretaría del partido quiso acaparar el triunfo, si se había dado algún paso, considerándose como un nuevo príncipe de la paz.

Luego llegaron nubes negras y sombrías, pero tumbado en su hamaca siguió contemplando igualmente impertérrito el tsunami económico que se cernía sobre España, afirmando que eso era de fuera, de otros países. En un principio sin enterarse de los rayos y truenos que caían, luego cuando desde Europa le advirtieron de que había que tomar medidas, no se movió, ni siquiera cuando le amenazaron porque la tormenta la tenía encima y todo se iba al traste, pero él en su hamaca de la Moncloa sin inmutarse ni tomar medidas, hasta que las cosas fueron muy lejos y, por fin, forzado, tuvo que hacer algún gesto, sin levantarse de su hamaca.

Por último, el partido, que viviendo de bóbilis pasaba por todo, tuvo que moverle la hamaca ante la previsión de un desastre en las próximas elecciones y transportarla a un chalé de León. Cuando se ha visto removido de su hamaca, es cuando ha definido cuál ha sido su función en esta sociedad: ejercitar su trabajo de supervisor de cómo pasan las nubes. Esperemos que pueda ejercer mejor su función en el chalé señorial que se está construyendo en León, tranquilo, reposado y despreocupado, y deje ese sueño infantil de hacer una sociedad a la medida de su desorientada mente.

Juan Goti Ordeñana, catedrático emérito de la Universidad de Valladolid, Oviedo

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