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Tomadura de pelo en los precios de los pisos

24 de Septiembre del 2011 - Alfredo J. Quintana García (Lugones)

En LA NUEVA ESPAÑA del día 20 del presente mes de septiembre, leo una vez más una noticia sobre un tema que se repite machaconamente, día sí y otro también, en los medios de comunicación. Esta vez la noticia titula: El sector de la construcción y las actividades inmobiliarias baten récords de créditos sin devolver; otras días hablan de lo que ha caído, en picado, la venta de pisos en Asturias, del exceso de ladrillo sin salida en manos de los bancos y cajas por falta de compradores, y que obliga a que tengamos que refinanciarlos con cantidades astronómicas de dinero del contribuyente para devolverles liquidez y así todos los días con el tema de la gran desgracia del sector de la construcción en Asturias desde el supuesto estallido de la burbuja inmobiliaria, básicamente por falta de compradores, y de cómo arrastra a bancos y cajas.

Y yo al respecto querría también decir, aportando el conocimiento sobre el tema que he adquirido estos días sobre el terreno, para dar otro punto de vista que complete al que a diario se da a través de estas noticias, que viviendo en un apartamento de 50 metros cuadrados, con una sola habitación y con la cocina en el salón, tras 30 años trabajando como asalariado, me plantee comprarme un simple apartamento de dos habitaciones, para tener una mínima opción a recibir a mis hijos alguna noche.

Hete aquí un comprador dispuesto. Aquí me tenéis. Comencé a mirar acudiendo a una señera entidad financiera asturiana ofreciéndome a descargarles de ese exceso de ladrillo con mi modesta demanda. Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero. Y según me dijeron no tenían nada que no fuera un piso de 40 años de antigüedad en Pumarín, y varias viviendas de 70 años en Ventanielles, nada que ver con las constructoras, lo que me extrañó, dadas las noticias. Me sugirieron visitar a algunas constructoras, y al comenzar a mirar, lo menos alucinante que he visto en precios (los demás no bajaban de 140.000 euros y podían irse fácilmente a 200.000 para un apartamento de esas características), visitando constructoras, ha sido otro miniapartamento, donde en menos de 60 metros cuadrados le han sacado una cocina independiente y dos habitaciones, sin una terracina mínima siquiera, y con suelo de parquet de plástico (es vivienda VPA), a 126.000 euros (21 millones de pesetas).

Hace unos años, cuando comenzó la burbuja, se veían promociones de adosadines de 100 metros cuadrados a la mitad que eso (de aquélla, una constructora me buzoneo una oferta de adosados en una urbanización en las afueras de Noreña a partir de 11 millones de pesetas), y los sueldos medios eran muy poco menos que ahora. Y en las web de agencias inmobiliarias de muchos países de nuestro entorno, incluida USA, esos son los precios que veo por una casa con terreno, y no por cuatro ladrillos en el aire con el tamaño y calidad de una ratonera. Y dicen que ha estallado la burbuja y se rasgan las vestiduras ante la caída del precio de la vivienda y la caída de las ventas. Y lo más hilarante (por no llorar) de la situación, es que al final resulta que es una vivienda VPA con ayudas del Principado al constructor, y que yo no puedo acceder a ella por tener el microapartamento que tengo. Pues menos mal. Vale de tomaduras de pelo.

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