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La hora de la derrota

18 de Abril del 2009 - Joaquín Rodríguez Álvarez (Ludwigsburg (Alemania))

Resulta extraño, pero ayer me sentía vencido, derrotado por un sistema al que no comprendía y al que no podía hacer frente. Me preguntaba insistentemente cuál había sido mi fallo. Quizás he intentado apuntar demasiado alto, me decía. Quizás he intentado entrar en un mundo que me está vedado, más por mis orígenes que por mis capacidades.

Yo soy un gijonés de 23 años, máster en Relaciones Internacionales, que trabaja como investigador en Alemania, hablo varios idiomas y, para que vean que mi trayectoria no ha sido del todo intachable, les diré que también he sido militante del Partido Socialista (todos cometemos errores).

Yo no soy hijo de ningún insigne diputado socialista o popular (la corrupción no entiende de siglas) ni de un empresario u hombre bien posicionado que pueda solucionar mi futuro con un par de llamadas telefónicas.

Yo soy uno de tantos hijos de personas decentes que no han hecho más que trabajar duro para llegar a donde están y que ahora, en un abrir y cerrar de ojos, ven resquebrajarse todo aquello por lo que han luchado su vida entera.

Y, mientras tanto, están los otros, esos individuos acomodados que conducen coches de lujo pagados por el erario público o por las cuotas de un sindicato. No tenemos más que ver a la UGT vendida a los intereses del capital, traicionando diariamente las aspiraciones y los deseos de los trabajadores. Pagando cenas y derroches con el dinero que tenía que servir para construir una sociedad más justa. Quizá lo justo para ellos sea llenar sus estómagos y carteras, yo, realmente, ya no sé qué pensar.

Bueno, realmente, sí que lo sé, pienso que la rabia, que la ira, puede ser un motor de cambio, que nos tiene que dar fuerzas para revelarnos contra un sistema injusto y contra unos lobos disfrazados de corderos que perpetúan las desigualdades creando nuevas élites estériles y endogámicas, unos nuevos ricos sin cultura, sin oficio ni beneficio, salvo el de vivir a nuestra costa. Ya se llamen Justo Rodríguez Braga, Paz Fernández Felgueroso o Vicente Álvarez Areces. Son hombres y mujeres con nombres y apellidos aquellos que nos ahogan, nos hunden y nos condenan a un ostracismo histórico que ya dura demasiado tiempo.

Y por eso pregunto: ¿cuánto tardará Asturias, esa Asturias luchadora, digna y valiente, en rebelarse contra estos tiranos, en expulsarlos de sus paraísos privados pagados con el dinero de todos?, ¿cuánto estará Asturias dispuesta a luchar por el futuro de sus hijos, por ese futuro robado por un grupo de irresponsables ególatras y egoístas, que se esconden detrás de unas siglas cada vez más vacías, UGT, IDEPA, PSOE?

Para acabar diré que ya no me siento vencido, me siento más fuerte que nunca. Me siento capaz, porque mi voz es la voz del hastío, una voz hecha de muchas voces, una conciencia hecha de muchas conciencias. Una voz que anuncia que más pronto que tarde llegará la hora de la derrota, de su derrota.

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