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Aquí, Mesariegos

22 de Septiembre del 2011 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Soy un adicto a Aquí, Bruselas, la columna en LNE del eurodiputado y afamado cuentista Antonio Masip(AM); hasta el punto de que me paso las semanas medio colgado entre el coloque de la última y el mono de la próxima. Se lee con mucho más provecho la prosa de Masip que la prensa del corazón. Mientras el papel couché se nutre mayormente de aristocracias y desamoríos, es decir, de la nobleza de estirpe y de las villanías del corazón, Masip dispone su columna como un coqueto boudoir donde recibe a las celebridades de este mundo que se lo han ganado a pulso en las nobles esferas de la política o de las letras. Cuando ambas esferas fusionan en el mismo personaje, entonces el flipe de celebridad es completo y definitivo.

Pero en el boudoir de AM no se sienta cualquiera; es el suyo un salón muy exclusivo. De ahí que sean tan cotizados los certificados de celebridad expedidos por Masip. Y es que la celebridad, Masip no se limita a certificarla sino que, en una medida muy cierta, la confiere; sus columnas son, en ese sentido, performativas. Por eso hay cola para salir en Aquí, Bruselas. Somete AM a los candidatos a un escrutinio riguroso solo comparable a los antiguos expedientes de limpieza de sangre, siendo decisivo el número de veces que la presunta celebridad tuvo la fortuna de encontrarse con Antonio Masip.

En los 90, cuando Solchaga dio la consigna de enriqueceos que son cuatro días, se acuñó el Pellón como unidad de medida para dar fluidez al recuento de corrupciones. Un Pellón, mil millones de pesetas, que no eran entonces antiguas sino desviadas por las buenas de su curso legal. Ahora Chaves, secretario de modernización en la ejecutiva del PSOE, sustituyó el Pellón por la Paulita, diez millones de euros (de curso más o menos regular, según como se mire). Pues a lo que vamos, la unidad de medida de celebridad son los encuentros con Masip. Cuando recientemente falleció Semprún, alguien comentó veréis lo que tarda AM en hacernos el recuento pormenorizado de sus encuentros con Georges. Nos los contó de pe a pa en la columna inmediata, la del 11.06.11.

En la que aquí se comenta, la del 10 de septiembre, es Bernard Henry Levy el que se examina; y aprueba por los pelos: Me topé un par de veces con el popular escritor en su domicilio del hotel Ráphael, cerca del parisino Arco de Triunfo (no lo vayan a confundir con la Puerta de Alcalá). Se entiende, por el contexto, que Bernard y Antonio se toparon en el ascensor. Pero eso es lo de menos, lo trascendente es la celebridad y esta confidencia que le hace Bernard a nuestro cronista entre deux étages: Lo que se muere: una concepción antigua de la soberanía en virtud de la cual todos los crímenes están permitidos mientras tengan lugar dentro de las fronteras de un Estado. (Fin de cita). O sea, el derecho de ingerencia que autoriza la intervención militar en Libia porque Gadaffi es un matón. Pasando el tiempo, encontré el análisis de BHL como lo más valiente y solvente, glosa Masip. Pasando el tiempo que no había pasado cuando la intervención en Irak. Entrañable Masip, adorable izquierda con sus pasatiempos de hipocresía. Sadam no era un matón, era un santón.

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