¡Coño con el estramonio del demonio!
Hasta el nombre de esta planta alucinógena, si se fijan, «Datura stramonion», en lenguaje científico, invita a tomar precauciones y muchas reservas sobre ella. Dicen que se trata de un arbusto común, pariente de la patata, que crece a su capricho al borde caminos y cunetas. Los conocedores de sus efectos han comentado que ya la usaban las brujas perseguidas por la Inquisición, en ungüentos y pócimas, e igualmente los indios americanos en ceremonias de hechicería.
Recientemente, en una sola semana ha habido en España varias y diversas intoxicaciones, una de ellas en Getafe con dos fallecidos; y la segunda, en Badajoz, por esta misma hierba venenosa de la que no se conoce bien la dosis mínima dañina para las personas. Depende mucho del organismo de cada uno, por lo que una ingesta, por muy pequeña que sea, puede ser letal, como sucedió en una fiesta juvenil en Getafe (Madrid).
Lo primero que descartaron los investigadores del suceso fue la relación entre este caso y el siguiente en Badajoz. Mientras en el primero el consumo se produjo en el transcurso de una fiesta «rave», en la que dos chicos –hombre y mujer– genios de la experimentación ofrecían gratis a los asistentes una infusión de medio litro de semillas de estramonio para abrir mercado, en Badajoz se trató de una temeridad de un grupo de amigos que en lugar de tomarse las semillas, donde la concentración de atropina parece que es mucho mayor, prefirieron comerse las hojas. Uno de ellos, no obstante, ha estado varios días debatiéndose entre la vida y la muerte en el hospital.
La planta de estramonio es una más de las «nuevas» drogas que empieza a consumir la juventud. Y a pesar que es una planta milenaria, su uso hasta ahora era muy reducido. En cambio, al ser un alucinógeno barato y de fácil acceso, se viene notando un aumento en su consumo.
A raíz de la muerte de los jóvenes en Getafe por el uso de estramonio, varios ayuntamientos han optado por retirar esta peligrosa planta de zonas comunes. En varios municipios de Navarra, en concreto, para evitar tentaciones a la gente joven, se han eliminado más de 600 plantas. En Asturias, donde parece que también campa a sus anchas en cualquier tipo de terreno, sobre el tema podíamos leer hace unos días en LA NUEVA ESPAÑA que la Policía Local sierense, debido a varias denuncias vecinales, había retirado decenas de plantas de este vegetal venenoso en Pola de Siero, Lugones y Nava.
Es evidente, que a la juventud le gusta el riesgo y se pone a prueba constantemente. Y puede que sea ley de vida. Pero esa ley también en ocasiones –por desgracia ya son varias–, desdichadamente, se lleva a los jóvenes por delante.
En efecto, muchas generaciones han tenido su vía crucis narcótico: la heroína en los ochenta, la «ruta del bakalao» en los noventa... nos hace pensar que siempre habrá muchachos que abracen el riesgo, porque está en su naturaleza, porque lo prohibido atrae, y eso no se modifica a golpes de azadón.
Por ello, cada vez más «tiene que seguir preocupándonos a todos, padres y no padres, qué impulsa a los chavales a encerrarse en un caserón abandonado para ponerse ciegos hasta que les castañetean las mandíbulas y hacer del consumo de drogas un hábito de ocio.
Persuadidos estamos de que es necesaria una sólida educación y no menos firme concienciación sobre el riesgo de esta hierba. Últimamente se está mostrando que con el estramonio no se juega.
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