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Dios no habita en templos de piedra

26 de Septiembre del 2011 - Teresa Antequera Cerveron (Alfafar (Valencia))

Cada cual es libre o no de creer que él como ser humano es sólo un caminante que lleva en sí la eternidad. Para existir en este mundo, nuestra alma ha adoptado transitoriamente un cuerpo humano. Cuando el cuerpo humano fallece, el alma prosigue su camino, y continúa recorriéndolo hasta que haya encontrado de nuevo el camino al interior, hacia su Creador y sea uno con Él, así como Jesús dijo de Sí mismo: «Mi Padre y Yo somos uno».

Hágase consciente de que Dios le ama a usted, nos ama a todos. Él desea que vayamos a Él, porque en el fondo de nuestra alma somos todos hijos del Reino de Dios y el Reino de Dios es nuestro verdadero e imperecedero Hogar, por toda la eternidad. Jesús dijo que Dios no habita en templos de Piedra, y que el hombre es el templo de Dios, por eso haga la prueba y disponga un lugar tranquilo donde usted pueda rezar. Deje que con una música armoniosa y con la oración, poco a poco éste lugar se transforme en un lugar que ejerza una fuerza de atracción en usted.

A usted se le habrá hecho consciente que yo, dice Gabriele la autora de estas líneas, no le quiero conducir a ninguna agrupación, a ninguna comunidad. Yo sólo deseo animarle a encontrarse a sí mismo, preguntándose: ¿Quién soy yo realmente? Si quiere, encuéntrese a sí mismo y analice lo que significa que Dios está siempre presente. Él está en la naturaleza. Él es la vida, es la luz en cada animal, en cada planta, en cada piedra, en cada majestuoso árbol. Dios está en lo profundo de su alma. Dios está con usted y en usted.

Póngase en sintonía con su rincón tranquilo y así será atraído una y otra vez por ese lugar, aunque sólo se trate de una esquina tranquila de su habitación. Mantenga ese pequeño ámbito, que ha preparado para recogerse en su interior y meditar, libre de malos pensamientos que son puramente humanos. Retírese a ese rincón, con el que se ha familiarizado, sólo cuando quiera escuchar música y entregarse a la oración. Y cuando rece, hágalo dirigiendo su oración hacia el fondo del alma, es decir, hacia el interior, puesto que usted mismo es el templo de Dios, y Dios vive en usted.

Lo único que yo deseo es abogar por Dios, no por mí, no por una comunidad tradicional, sino únicamente por Dios. Deseo que mis semejantes Le lleguen a conocer a Él. Yo he encontrado a Dios, la Vida, en lo más profundo de mi alma, y sé que Él nos ama a todos, pues siendo Él nuestro Padre eterno, nos ha visualizado y creado en el corazón. De esto puedo hablar, pero no se lo puedo demostrar a nadie. Lo sé y no lo puedo demostrar. Usted y todos nosotros vivimos eternamente, porque Dios es eterno.

Alguna vez fallecerá nuestro cuerpo, pero Su llamada tiene validez: «Venid a Mí todos los que estáis agobiados y cargados; Yo os quiero aliviar». ¿Adónde tenemos que ir entonces, si el Espíritu de Dios, del Cristo de Dios vive en el fondo de nuestra alma? Pues a Él, que vive en nosotros.

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