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Josteín Gaarder y Tales de Mileto

26 de Septiembre del 2011 - Juan Antonio Sáenz de Rodrigáñez Maldonado. (Luarca)

Josteín Gaarder, siguiendo los pasos de otros historiadores, presenta el pensamiento griego como la actividad de unos hombres movidos por el mismo rigor científico que guió la actividad de un investigador del Renacimiento o de nuestra época. Para el noruego, a estos hombres, alejados de toda motivación religiosa, sólo les interesaba la naturaleza y sus procesos. Mas la realidad es que estos hombres eran profundamente piadosos y, como se puede comprobar por los testimonios que nos dejaron, su reflexión tenía por motivo lo sagrado, la necesidad de alcanzar una interpretación más piadosa de aquello que guiaba sus vidas.

Con ser Grecia la cuna de la racionalidad occidental, el devenir del espíritu griego preserva, no obstante, formas de la concepción mágica. La Teogonía de Hesíodo es el primer intento por explicar un universo admirable y sorprendente a la mirada de estos hombres. Representa, pues, el esfuerzo por encontrar un principio de homogeneidad y orden (Gea-Eros) que colmara el anhelo de racionalidad de estos griegos profundamente piadosos, a quienes la intuición ingenua de la religión mítica no daba respuesta a sus expectativas. Este afán por encontrar una racionalidad en la physis, que la hiciera inteligible a su mirada, no debilita la fe, más bien sale fortalecida al ir perdiendo en este desarrollo intelectual, y de forma progresiva, el ropaje mítico, hasta llegar a Platón y Aristóteles quienes, antes de la revelación cristiana, prepararon el camino para una reflexión teológica más profunda. Es, pues, la teología, en cuanto expresión del rigor crítico-racional, una creación intelectual genuinamente griega y de cuya originalidad fueron conscientes estos hombres, como queda de manifiesto en la narración hesíodica de la hegemonía de Zeus frente a los antiguos dioses orientales.

Tales de Mileto toma como objeto de la actividad indagadora lo que está presente, la realidad, lo existente. Considerando que nos hallamos en el ámbito del pensamiento mágico, y que resta un largo camino hasta llegar al realismo de las ideas, debemos interpretar lo presente, lo real, lo existente como aquello que es manifiesto a la percepción. Tal como refiere Aristóteles en el Libro I de la Metafísica, en Tales y en todos aquellos que indagaron acerca de las primeras causas materiales de los entes, las expresiones lo presente, lo real, lo existente no pueden más que designar la realidad objeto de la percepción sensible, nunca términos propiamente metafísicos.

En Anaximandro encontramos este mismo uso, así como en todos los pensadores preplatónicos. Se hace necesario recorrer un largo camino para alcanzar la madurez intelectual, el realismo de las ideas, donde se hace uso, por primera vez, de expresiones de carácter propiamente metafísico. Es Platón el primero en hacerlo cuando lleva a cabo la diaíresis entre las cosas existentes, propias del ámbito de lo opinable, esto es, de lo visible y de la apariencia, por un lado, y lo realmente real o mundo de lo pensable, de lo invisible e inteligible, por otro, estableciendo así la separación entre ambos mundos.

El hecho de que Tales delimite el objeto de su indagación al ámbito de lo presente o de la naturaleza, no es óbice para aceptar que su aportación representa un avance en el desarrollo del pensamiento teológico filosófico. El camino lo había señalado Hesíodo cuando expresó en Teogonía y en Trabajos su deseo de cantar verdades y contar cosas verdaderas. Tales recoge el testigo de esta actitud crítica. Es éste, pues, el significado de atenerse a lo presente: alejado de las influencias míticas de antiguas cosmogonías, busca un principio que, por ser universal, de razón de las cosas reales, y haga posible un saber en orden a la naturaleza. Y en lo que afecta al pensamiento teológico, de cuyo contenido solo disponemos fuentes indirectas, significa igualmente un avance, por cuanto supone una interpretación alejada de la tradición mítica. Si bien el centrar la atención en el mundo de lo real puede parecer una acotación de carácter excluyente, no sería acertado juzgar que, en Tales, lo divino no fuese objeto del interés especulativo.

El desinterés por los asuntos teológicos es un rasgo de la actividad intelectual, propia de la época de Platón, de aquellos que se ocupan de la astronomía y sus otras disciplinas auxiliares, y no en cambio del tiempo de Tales. En el Libro III de la Metafísica, al tratar de la ciencia que tiene por objeto al Ente en cuanto ente, Aristóteles contribuye a formar una imagen de Tales como un pensador ateo, al colocarle entre aquellos (los físicos) que, teniendo por objeto la Naturaleza, creen abarcar todo lo existente, cuando es el caso que la Física es una ciencia particular y no la Sabiduría primera. Mas, es en Acerca del Alma donde Aristóteles disipa la sospecha de ateísmo, cuando hace decir a Tales que Todo está lleno de dioses.

No es fácil, pues, representarse a Tales, hombre de su tiempo, hijo de un pueblo de fuerte raigambre religiosa, sin interés por lo divino. Como físico, dado a indagar en la índole, en la naturaleza de todo lo existente, es poco probable que no manifestara interés por los asuntos de carácter teológico, más aún cuando es el hecho que estos hombres veían en la Naturaleza la manifestación de lo divino. Es, pues, en esta intuición donde adquiere sentido las sentencias de Tales, según las cuales el alma se halla mezclada con la totalidad del Universo y todo está lleno de dioses. En este sentido se pronuncia Platón cuando en Leyes afirma que ningún hombre que considere estos asuntos de una forma que no sea superficial e improvisada fue jamás de una naturaleza tan atea, salvo por necedad, y acaba preguntando: ¿seguirá negando alguien que está todo lleno de dioses?

En opinión de Werner Jaeger, en realidad importa muy poco que Tales acuñara el epigrama (todo está lleno de dioses) o no: el espíritu de la primera filosofía griega de la naturaleza encuentra su auténtica expresión en esas palabras. La intuición animista del universo como un organismo vivo, recogidas en ambas sentencias, hace difícil pensar que Tales necesitase de una causa adicional que diese razón de todo lo existente. Consiguientemente, la noción principio material habría que considerarla como extraña a Tales, dado que tal noción presupone la distinción metafísica material e inmaterial, ajena a una mentalidad animista y a la época a la que nos referimos.

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