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Defensa de la profesionalidad del doctor Ramón Abascal

4 de Octubre del 2011 - María Nieves Suárez García (Oviedo)

¿Por qué esta campaña orquestada en su periódico en contra del doctor Abascal, con varias cartas al director? La última de ellas el pasado sábado 24 de septiembre, pero ha habido otras anteriormente con la demagogia como denominador común. ¿De qué privilegios profesionales se habla en esa carta? Sus datos creo que son de otra época.

La profesión médica siempre ha sido una profesión liberal. Es inconcebible la falta de motivación que se está creando, y por lo tanto pérdida de calidad asistencial. La política a la que se ha llegado en los últimos años, en la que «el café para todos» se está convirtiendo en «calderapia para todos», en la que da lo mismo hacer las cosas bien que regular o mal, lo más importante es bailarle el agua al partido dirigente de turno.

El doctor Abascal es un profesional entregado, que dedica su vida exclusivamente a sus pacientes, que tiene su consulta privada (no se explicaría, en caso contrario, cómo hubiese podido sacar adelante a su familia) puesto que él no tiene dedicación exclusiva; deberían saber los que escriben las cartas cuál es el sueldo de un médico sin los complementos de las guardias y exclusiva, con tantos sacrificios, tantos años de formación y gran valía.

A lo que se refiere la firmante de la carta como «cobrando y ganando fama», la fama no se consigue por ir a un hospital, se consigue trabajando mucho, pasando noches sin dormir y dejando a la familia para acudir a cursos de formación, que, dicho sea de paso, siempre ha subvencionado la industria farmacéutica y que ahora, con la que les están dando, ni siquiera va a ser posible dicha financiación para la investigación y la formación.

Me decepciona mucho esta politización de la sanidad, ensuciándola de tal forma que va en detrimento de la calidad.

En esta sociedad en crisis se debería primar el trabajo, ya sea público o privado. No es para nada justo que con el mismo trabajo, el mismo número de horas, cobre más el que descansa toda la tarde en su casa, duerme la siesta, juega al tenis o al pádel... que el que se sacrifica y trabaja más, fuera de su horario público, en una consulta privada, a la que la gente acude porque quiere y desea que le atienda un determinado médico.

¿No les parece lícito que cualquiera de nosotros, si enfermásemos, desearíamos consultar con el profesional que nos parezca mejor, que nos ofrezca más confianza?

Actualmente esto no es posible, ya que sí, es verdad que en los hospitales públicos están los mejores profesionales, pero también los peores, y no podemos elegir.

Veo muy respetable que muchos médicos no quieran trabajar más de lo justo, pero siempre ha habido profesionales más hábiles, mejor formados, con más ganas de trabajar, y debemos aprovechar ese valor, no «rasear» por abajo, que es lo que llevamos haciendo unos años.

El doctor Abascal se crio, educó y formó en el antiguo Hospital General, donde se creó una escuela de profesionales sanitarios de la que estamos orgullosos en Asturias, de sus logros, que llegó a ser pionera en asistencia de calidad médica, pero, claro, esta renta se va acabando y nos iremos hundiendo irremediablemente en el abismo de la mediocridad.

A esto contribuyeron varios factores. Uno de ellos es la desmotivación de los profesionales, todos, no sólo los médicos, todos contribuyentes en el antiguo General, y me refiero a todos, desde el personal del mostrador de la entrada, secretarias, y qué decir de las enfermeras/os que allí se formaron, que encumbraron la medicina asturiana a lo más alto.

Actualmente la burocracia y la gran cantidad de cargos intermedios, por querer hacer política hasta con los enfermos, lo único que han conseguido es el encarecimiento de la sanidad, aparte del enlentecimiento y deterioro de la calidad asistencial.

Me gustaría que esta carta diera motivo de reflexión a las personas sobre las que recae la responsabilidad de la gestión sanitaria, para olvidarse de la política y dedicarse en un «todos a una» a mejorar las cosas, sin tener que recurrir a descalificaciones personales.

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