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Ataques a la Iglesia católica

3 de Octubre del 2011 - Julio García García (Oviedo)

Los continuos ataques a la Iglesia católica me duelen tanto por injustos como por su agresividad grosera y, frecuentemente, soez.

Pero no me sorprenden en demasía, pues la experiencia me decía que la vuelta a una democracia partitocrática, fundamentalista y divinizadora de la voluntad legal de los más podía llevarnos a esta situación. Y la realidad incluso está superando a lo temido.

Después de un largo período en el que la Iglesia fue reconocida, valorada y gozó de libertad y de medios para realizar su trascendental misión de mostrar a todos los hombres el camino que conduce a la salvación eterna, el cambio de régimen, con ingredientes similares a los que en su día hicieron imposible la convivencia pacífica, ordenada y fraterna entre los españoles, vuelve la inquina contra la Iglesia, vuelven los separatismos nacionalistas, vuelve la división entre los españoles y la lucha de clases.

Han cambiado las circunstancias y las formas. Ya no se queman iglesias, ni se matan sacerdotes y la Iglesia goza de libertad para su acción. Incluso autoridades no creyentes o agnósticas asisten protocolariamente a actos religiosos.

Pero, por otros procedimientos, por otros medios, se están atacando la fe y la moral católicas.

Desde la acción del Gobierno, desde la función legislativa, desde la enseñanza, la televisión, la prensa y demás medios de propaganda, se está llevando a efecto una acción demoledora, que afecta, principalmente, a la juventud.

Y no se puede negar que esta acción ha sido muy eficaz.

La Iglesia, como es su deber, ha reaccionado, pero la izquierda radical y sectaria que sufrimos está lanzada a contrarrestar aquella reacción. Así podemos observar que no se pierde ocasión para tratar de desprestigiar a la jerarquía, a los sacerdotes y a todo lo que con la Iglesia se relaciona.

Es corriente ver cómo la prensa se aprovecha de cualquier fallo grave de algún clérigo, se resalta con alardes tipográficos. Igualmente se buscan teólogos y sacerdotes negativamente críticos con la Iglesia y fuera de su ortodoxia, resaltando sus declaraciones.

Y en días pasados, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, ejemplar acontecimiento católico, se han volcado en contra, tratando de sabotearla, producir incidentes y buscando aspectos negativos.

En Asturias, en un periódico se dice, en referencia a las palabras del señor Arzobispo dirigidas a los tres mil jóvenes peregrinos que iban hacia Madrid y con gran alarde tipográfico: Alegato ultraconservador del Arzobispo.

¿Qué significa eso de «Alegato ultraconservador»?

Parece que hay muchas personas que no acaban de enterarse de lo que es la Iglesia. El señor Arzobispo, como todos los prelados, no dicen, ni pueden decir, más que lo que es doctrina permanente de su Iglesia. Que la moral de la Iglesia condena el aborto provocado. Que solamente reconoce como matrimonio la unión de un hombre y una mujer. Que rechaza la eutanasia activa. Que solamente son moralmente lícitas las relaciones sexuales dentro del matrimonio. Que la Iglesia católica es la única verdadera, pues contiene el pleno mensaje de Jesucristo. Que después de la muerte el hombre será juzgado por Dios y puede salvarse o condenarse, etcétera, son todo ello cuestiones de la fe de la Iglesia, que habrá quien no acepte, pero que no pueden sorprender y menos escandalizar a nadie medianamente informado.

En otro escrito, se permite el autor hacer mofa e ironía sobre unas palabras del Papa dirigidas a los jóvenes participantes en la Jornada Mundial de la Juventud, en las que les dice que la fe deben vivirla dentro de la Iglesia, que no puede vivirla cada uno a su manera. Y se viene a decir que eso es dejar de pensar libremente. Pero, ¿puede decirles otra cosa el Santo Padre a unos jóvenes católicos? Cuando una persona acepta libremente la fe católica, somete su pensamiento a la doctrina revelada por Dios por medio de Jesucristo y no la discute en lo que esencial.

Los que no tienen la fe de Jesucristo, allá ellos con su conciencia y con su vida. ¿Acaso les impide la Iglesia que vivan como les parece?

También llama la atención que de unas declaraciones de un clérigo se destaca, como titular y con caracteres dignos de la primera llegada del hombre a la Luna, esta «perla»: Ver a Benedicto XVI en su «papamóvil» por Madrid me recordó a los emperadores de Roma.

La verdad es que, racionalmente, no se comprende esa actitud de las personas y movimientos de izquierdas hacia la Iglesia, pues la moral católica, además de llevar hacia la salvación eterna, tiene unas consecuencia personales y sociales beneficiosas, útiles, para que haya entre los hombres una convivencia pacífica, ordenada, justa y fraterna. Y cualquiera puede observar los caminos por los que va una sociedad apartada de Dios.

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