Maldigo el sistema
Querida mamá:
Te ingresaron el martes 30 de agosto en el Instituto Nacional de Silicosis de Oviedo con un diagnóstico de neumonía. Nos dijeron que el pronóstico era grave, algo fácil de entender, dada tu edad, y que padecías una enfermedad degenerativa que precisamente era la que te había provocado la neumonía.
Ese martes, el miércoles y el jueves, hasta las dos de la tarde más o menos, los pasaste muy inquieta y sin dormir, pues te habían quitado la medicación psiquiátrica que tenías, ya que lo importante ahora era que remontaras la neumonía.
El jueves, hacia el mediodía, de repente, te dormiste. Lo que, en principio, nos pareció muy lógico, dado que llevabas más de dos noches sin dormir.
Así pasaste toda la tarde de ese jueves y toda la noche, durmiendo al parecer. Por la mañana, cuando tu hijo mediano fue a relevar a la señora que se había quedado contigo, señora que lleva trabajando muchos años con mis padres y que tiene estudios de Medicina, le dijo textualmente: «La señora no está durmiendo, esto es algo más».
Mi hermano llamó a la médico que le correspondía. Ésta apareció a las 12 del mediodía del viernes y nos dijo que estabas en coma y que no había nada que hacer. Y se marchó, sin más. Cinco minutos después mi hermano se la encontró por el pasillo y ni siquiera fue capaz de darle los buenos días.
Llevabas veintidós horas en coma, querida tatá y nadie en ese dichoso hospital se había dado cuenta. Desde luego, no sería porque en aquella habitación (de dos plazas pero con tres camas y tres enfermas), no entraran a lo largo del todas esas horas personal, al que supongo cualificado.
Que sepas, mamá, que tu hija (tú eres demasiado buena y estarás en el cielo rezando), desde aquí abajo, maldice al sistema y a todos aquellos que te dejaron morir con tan poca profesionalidad y sobre todo, lo que es más grave todavía, sin un átomo de humanidad, empeñados como estaban en sacarte de la habitación antes de que llegara papá.
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