Sobre los enfermos de alzhéimer
Suscribo totalmente lo dicho por la profesora María del Mar Díaz sobre los enfermos de alzhéimer en la entrevista que publicó LA NUEVA ESPAÑA el lunes 26 de septiembre.
A mi madre le diagnosticaron demencia tipo alzhéimer en octubre de 2006. Han pasado cinco años y ahora mi madre vive en un cuerpo pero sin recuerdos. Su cerebro ya no tiene recuerdos y, además, no puede expresar ni sus sentimientos ni sus emociones debido a la pérdida del lenguaje. Mamá vive en un cuerpo, pero su cerebro está muerto.
Qué decir tiene las veces que durante estos años ha sido ingresada por urgencias en el Hospital Central y de allí derivada al Hospital Monte Naranco. Mis conversaciones con los médicos que la trataban sugiriendo cuidados para que no sufriera pues le quitaban la medicación, lo que le ocasionaba más sufrimiento, medicación recetada por el departamento de Neurología, que está tomando para tranquilizarla y no tenga la agresividad y el desasosiego propios en alguno de estos enfermos. Simplemente medicar para alargar la vida de ese cuerpo, sin preocuparse si el enfermo sufre o no (bien es verdad que el médico suele decir que estos enfermos no tienen sufrimiento. Cómo lo pueden saber ya que los afectados no saben expresarlo, aunque sí lloran y gritan).
Efectivamente estos enfermos son una fuente de ingresos para los laboratorios y para las residencias privadas. Mi madre lleva cuatro años en una residencia privada y ahora ha pasado a una del ERA, después de año y medio esperando una plaza pública.
Ahora bien, quiero señalar cómo los familiares de enfermos de alzhéimer nos apoyamos para poder afrontar la dura enfermedad de nuestros seres queridos, y desde este medio doy las gracias a Isabel, Loli, Rosa, las dos Carmen e Inmaculada, pues con vuestra compañía y ayuda he podido llevar un poco mejor el día a día. También aprovecho para darle las gracias al doctor Miguel Ángel Prieto, médico de familia del ambulatorio de Concinos, en Vallobín, por su cariño, atención y buen hacer hacia mi madre y hacia mí.
Solamente espero que a mí me sea respetado lo que firmé en el testamento vital o últimas voluntades para tener una muerte digna que acabe con el sufrimiento tanto mío como el que en esos momentos tengan mis seres queridos al verme con tal deterioro.
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