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La indignada FADE

4 de Octubre del 2011 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Nos informa LA NUEVA ESPAÑA que el secretario general de la FADE se mostró partidario de una reforma en profundidad del sistema de formación, para ligarlo realmente al sistema productivo. «Tenemos que darnos cuenta», dijo «de que vamos a una época en la que el trabajo va a ser un bien escaso». «En España», añadió, «no se han aprovechado los muchos fondos de formación que se han recibido, sobre todo de la UE, para lo prioritario, que es buscar empleo».

No es verdad que estén preocupados por la formación, sino entonarían el mea culpa. No es cierto acaso que a principios de los ochenta, y ante los apetitosos fondos europeos de formación, estos señores y sus aliados sindicales promovieron la desaparición del sistema público de FP permanente de carácter ocupacional para la promoción profesional de la empleabilidad de los trabajadores. Acaso cuando se formó a mediados de los ochenta el Consejo General de la Formación Profesional y ya con la colaboración de otros «ciegos ante el futuro» que estaban orgullosos de haber conseguido el monopolio docente-, acaso, como digo, no destruyeron y modificaron todo el trabajo que habían desarrollado esos funcionarios docentes a los que se les declaró indocentes y, en vez de admitir el sistema formativo desarrollado por ellos en familias profesionales basadas en las tecnologías, cogieron y lo destruyeron todo porque ellos, y sus aliados, no querían desarrollar las tecnologías sino los sectores empresariales en que se agrupaban para un mejor reparto de sus intereses formativos que, por cierto, y ante este hecho, no eran tecnológicos. Claro que quizás no tengan porque acordarse pero, quien aquí esta escribiendo -también indignado lo reconozco- se acuerda perfectamente del día en que en la década de los ochenta visitó su aula una representación de la «Asociación de Empresarios de Gijón y Avilés» con su presidente al frente y, éste, ante un esquema de automatización neumática por células lógicas que habían realizado los propios alumnos, soltó la incuestionable y brillante perla: «esto esta bien para mis hijos pero no para mis trabajadores». Y uno que venía de Barcelona, y antes del mundo productivo, se dio cuenta que estaba perdido en el Paraíso Natural. Estaba claro, ellos apostaban por ser capataces de mano de obra manufacturera y eran incapaces de ver que el mundo se dirigía hacía «...una época en la que el trabajo va a ser un bien escaso» y que, ciertamente, ya se veía venir. Sobre todo el cambio de formación que debería discurrir hacia una mayor y permanente especialización tecnológica creativa e innovadora: motivo y causa de la existencia diferenciada de la FP permanente de carácter ocupacional para el desarrollo de la profesionalidad y la empleabilidad de los trabajadores que, más allá de la FP inicial, profundizaría en el mundo de las ocupaciones y del desarrollo de la empleabilidad. Una formación que debería ser de otra forma, promoviendo la actividad del desarrollo tecnológico con la automatización de los procesos. Pero no, en aquellos momentos temían que si sus trabajadores se formaban se les escaparían o tendrían que pagarles más. ¡Y a saber que pensaban los sindicatos cuando se hicieron cómplices de esa situación! Pero esos sindicalistas y socialistas se burlaron de Adam Schaff (único miembro marxista del Club de Roma) cuando en 1987 les comunicó que el obrero había muerto y que no habría trabajo en el futuro para él o, de haberlo, ese trabajo manufacturero estaría muy mal pagado pues la competitividad productiva sería con robots y con la inteligencia humana ayudada por la artificial. Así que estos sindicatos tuvieron la clase empresarial que se merecían: capataces, que no emprendedores con visión de futuro. La innovación sólo es algo de lo que se tiene que hablar; pero no ven que, en las empresas de verdad, lo más importante es el capital humano bien formado y no monitorizado; porque las máquinas ya van solas en las fábricas sin luz. No ven que la innovación está en la idea y la dinámica que sean capaces de aplicar un grupo de personas bien formadas y proactivas para competir en la realidad sin falacias, porque las maquinas no cambian tanto como las ideas; unas ideas que luego se plasman en nuevos programas para las maquinas. Por eso se despreocuparon de la formación: porque no tenían visión. Sí así lo hubiesen visto, no seríamos el país con la máxima temporalidad de los trabajadores. Y siguen despreocupados, y sin entonar el mea culpa, sin innovar su discurso cansino en busca de mano de obra barata subvencionada y mal formada que no se les escape. Pero quizás sea ya demasiado tarde, incluso si entonan el mea culpa e innovan su mentalidad; tenían profesionales realmente ligados al sistema productivo que, provenientes de él, y como funcionarios, no les importaba compartir sus conocimientos y prepararse mejor constantemente, conscientes de su responsabilidad ante sus alumnos provenientes de dichos sistemas productivos y ya con su experiencia en esa realidad que habían compartido.

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