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Las dos caras de la moneda

6 de Octubre del 2011 - Francisco Javier López Castaño (Langreo)

S. y P. son dos niños de cinco años de costumbres muy diferentes entre sí. P. en las tardes de lluvia, pasa todo el tiempo en su cuarto revolviendo sus juguetes, tiene tantos que a la hora de elegir le cuesta cierto tiempo decantarse por uno, a veces, su única diversión es sacarlo todo del armario y dejar la habitación toda revuelta de muñecos, coches, camiones Mientras S. cuando llueve se pasa todo el día llorando, y además lo hace desconsoladamente.

P. en los días de sol, le gusta ir al parque y jugar con todos sus amigos. Hacen corrillos entre ellos, se intercambian los juguetes aunque a veces, es inevitable, riñen y se enfadan, pero al final de la tarde, a la hora de marchar, se despide de unos y otros como si tal cosa. Ya sabemos que los enfados de los niños nunca llegan más allá de la vuelta de la esquina. Entretanto S. no tiene amigos, no comparte nada, siempre está solo.

P. a la hora de comer se pone un poco rezongón, incluso le está ganando terreno a sus padres al estar acostumbrado a dejar sobras de comida a todas horas, ellos se lo consienten porque así no tienen que aguantarle sus berrinches. Claro que, muchas veces no tiene ni ganas de comer porque se atiborra a chucherías poco antes y luego, ya se sabe, así es imposible.

S. mientras mira a la muchedumbre que le rodea llora sin consuelo, pero su llanto no es como el de los demás niños, éste tiene un halo de tristeza, desaliento y amargura. Él quizás quiera tener su habitación llena de juguetes como todos los niños, quizás quiera tener muchos amigos y vivir cerca de un parque para así poder jugar con ellos. S. , quizás quiera lo que cualquier niño de su edad, pero nació en un país llamado Somalia y el único lujo que se puede permitir es seguir vivo un día más

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