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A mí gran amigo Cristóbal Zamora

9 de Octubre del 2011 - José Ramón Alvarez Alvarez (Oviedo)

Corría el año 1982 cuando conocí a Cristóbal Zamora como profesor de música por un hecho un tanto casual.

Toda mi familia era sabedora de mi gran afición a la música y un buen día (es posible que con motivo del día de Reyes) me encuentro con un órgano electrónico que por sus características me obligaba a tomar unas clases, para lo que me dirigí al lugar de la compra y allí conocí al que también iba a ser un buen día amigo, Jesús Arévalo, el cual me encaminó a la calle Puerto de Pajares, donde, en un local allí situado, impartía clases de música el amigo Cristóbal.

Quiero contar una graciosa anécdota ocurrida al presentarme en dicho lugar y preguntarle a una persona por dicha calle. El personaje en sí tenía un pie arrimado a la fachada del edificio de forma que la planta apoyaba en la pared sin mover diríamos un músculo lo vi mirarme a la cara y contestó a mi pregunta de: «Oiga, por favor, ¿Puerto Pajares?» «Eso está en Lena, chaval», me dijo.

Ya en contacto con Cristóbal y después de una breve estancia en aquel lugar, salí con la convicción de que lo mío estaba allí. Nada más y nada menos que había aprendido a tocar un fragmento del «Himno de la alegría».

Fueron bastantes años los que compartí clases con mi buen amigo, durante los cuales vi con quién había topado. Una bellísima persona, un músico fuera de serie y un instructor que sentía –y creo que siente, porque está ahí– una enorme inquietud por todo lo que signifique innovación en los métodos de enseñanza con una tendencia a simplificar su duración sin perder la verdadera esencia de la música, que lo llevó a la creación de métodos que contaron con el beneplácito de quienes en su momento habrían de darle su aprobación.

Gracias, Cristóbal. Sé que como alumno habré sido un tanto calamidad, mi respeto por la música quizá me hacía exigirme mucho a mí mismo, pero me quedo con el mejor recuerdo de todo lo que aprendí.

No dudes que no vacilaría un momento en asumir tus enseñanzas si tuviera esa edad en la que mi horizonte estuviera marcado en ese sentido con una idea fija en aquella que todavía hoy, y que sea por mucho tiempo, me llena tanto que es la música; aunque a veces, dado el trago por el que estoy pasando, se vuelva un poco contra mí, y mis ojos acusen el efecto.

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