AVE del Cantábrico, el tren de estraperlo... socialista
En cuestiones ferroviarias, como en tantas otras cosas, a los asturianos nos han malacostumbrado a dilapidar miserablemente el tiempo. Mientras, en el resto de España y en toda Europa tratan de acelerar la Alta Velocidad, aquí estamos a retrasarla a base de no hacer nada. Sin complejos, oiga.
Ha tenido que ganar el Partido Popular las elecciones en Galicia para que los políticos de la Junta General del Principado rememorasen que en enero de 2003 un Consejo extraordinario de Ministros, presidido por José María Aznar, había aprobado el «plan Galicia», que incluía el inicio del corredor ferroviario del AVE del Cantábrico (Ferrol-Asturias-Cantabria-Bilbao).
Después de más de seis años desde su aprobación por Aznar, a propuesta del ministro Francisco Álvarez-Cascos, y más de cuatro desde la paralización por Rodríguez Zapatero del «plan Galicia» –la ministra de Fomento, siempre tan fina ella, lo tildó de «plan de mierda»–, ha tenido que ser Núñez Feijóo el que ponga de nuevo en valor el AVE del Cantábrico, fijando la conexión con Europa como una prioridad para la Galicia del inmediato futuro, tal y como hicieron otros gobiernos autonómicos en Cantabria y en el País Vasco.
Lo tiene fácil el próximo presidente de la Xunta, porque allí le apoya la mayoría de los gallegos y él los escucha. No será por falta de su entusiasmo que Galicia no enlace con Europa por Alta Velocidad ferroviaria a través del Cantábrico. Ya se encargará de superar los escollos de los socialistas al progreso.
Aquí, en Asturias, está mucho más complicado porque lo que necesitan y reclaman la mayoría de los asturianos le importa una higa al déspota de caleya que nos gobierna. ¿Se acuerdan de su caleya para la comunicación de Gijón y Villaviciosa pactada con Borrell? ¿Cómo no vamos a tener nostalgia de Cascos, que nos traía autovías, aeropuertos, superpuertos y AVE para soñar despiertos?
Los «socialarecistas» de Asturias son acreditados expertos en demorar, cuando no paralizar, las infraestructuras imprescindibles para situar a nuestra región en el siglo XXI. Bastaría con ver el historial de la autovía para percatarse de cómo se las gastan (ahí continúa el «tramo Trevín», entre Unquera y Llanes, como compendio de burla, ineficacia, irresponsabilidad y escándalo) o la mutación de El Musel, con los mayores sobrecostes en la historia de las obras públicas españolas (más de 41.000 millones de pesetas presuntamente extraídos de las canteras de Ali Babá) y retrasos consentidos en la ejecución del superdique para que el galáctico chanchullo cuele y sea financiado por la Unión Europea.
Subtítulo: El presidente Areces es un experto en demorar, cuando no paralizar, las infraestructuras imprescindibles
Destacado: La solución de los socialistas asturianos será coger el Feve en Oviedo y Gijón para enlazar con el AVE en Torrelavega
Pero sin salirnos de las infraestructuras ferroviarias, los asturianos tenemos ejemplos de la «eficacia» de Zapatero. La variante de Pajares sufrió durante casi dos décadas el mayor obstáculo para afrontar su ejecución. No era la montaña central ni la dureza del macizo; tampoco las cuestiones presupuestarias o las técnicas (el desafío ya fue superado exitosamente en el siglo XIX, para orgullo de la ingeniería española). La barrera insalvable para no afrontar la Variante fue exclusivamente política y a ello se aplicaron los socialistas, incluido el entonces diputado leonés Rodríguez Zapatero, que siempre añadió su voto de rechazo al proyecto y se convirtió –consúltese el diario de sesiones– en su gran enemigo. Tuvo que ser el Gobierno del PP y, expresamente, el ministro de Fomento Álvarez-Cascos quien con su legendario plan de infraestructuras del transporte (PIT 2000-2007) venciera tantos años de arrinconamiento y desprecio hacia nuestra tierra. Cuando el PP y Cascos dejaron el Gobierno, Zapatero y los socialistas volvieron a las andadas, es decir, a las desandadas. En ellas nos siguen metiendo.
Otros enemigos de las infraestructuras ferroviarias –o sea, de Asturias– no hay que buscarlos muy allá. Basta leer los periódicos a raíz de la victoria del PP en Galicia. Mientras en toda la cornisa cantábrica hay unanimidad ante la prioridad de la obra, los asturianos somos diferentes. El déspota de caleya Areces, para compincharse con Zapatero en la paralización del AVE hacia Europa, dice estar muy preocupado por el impacto ambiental, como si aquí nos hubiéramos olvidado, por ejemplo, de su bárbaro intento de tabicar la mismísima bahía y playa de San Lorenzo, por no recordar otros disparates de fuste ecologista, digo «ecolojeta», como los salvajes navajazos a la Ruta del Cares, entre Arenas y Panes, pasando por Niserias, para que los coches ganen cinco minutos y la naturaleza del magnífico valle pierda cinco siglos.
Y mientras otras regiones y ciudades españolas y francesas se unen para constituirse en «lobby» de presión y luchar por acelerar sus conexiones por Alta Velocidad, aquí, en Asturias, tanta incuria gobernante acarreará otras dos décadas de retraso para que Asturias tenga su conexión por Alta Velocidad con Europa, sin rodeos, sin milongas zapaterinas de «altas prestaciones» y vinculando al millón de asturianos al progreso en lugar de la «segunda división» a la que socialistas y empresarios amigos de los socialistas quieren someternos.
Núñez Feijóo y Galicia pueden solucionar el muro del «socialarecismo» asturiano consolándose con una salida desde Lugo, por Ponferrada, León y Palencia, que ya dejó también proyectada Álvarez-Cascos, que no sería la ideal, pero que recuperaría en AVE el Camino de Santiago interior. Si la ruta sirvió a los peregrinos antaño, también puede servir hogaño a los «avecinos». Todo menos quedar sin salida a Europa por Alta Velocidad.
Y, entonces, ¡quién se va a compadecer de la soledad de los asturianos! La solución del déspota de caleya será coger el Feve en Oviedo y Gijón para enlazar con el AVE en Torrelavega. Es lo que da su sapiencia. Arreglados vamos.
¿Se acuerda alguien del negocio del estraperlo cuando España estaba aislada de Europa? Pues aquel negocio no será nada al lado del tren de estraperlo que el «socialarecismo» tiene para este «paraíso natural», aislado del mundo y del progreso, antes llamado Principado de Asturias.
Isidro Martínez Oblanca, ex senador por Asturias del Partido Popular (PP)
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