Cultura de paz y medio ambiente en la vida de Wangari Maathai
«La paz en la Tierra depende de nuestra capacidad para asegurar el medio ambiente donde vivimos». Wangari Maathai.
Para cualquier ambientalista que se precie, la muerte de Wangari Maathai supone una enorme pérdida, esa mujer a la que se le entregaba el premio Nobel de la Paz el 10 de diciembre de 2004, siendo la primera africana en recibirlo, siguiendo la estela de otros cuatro paisanos suyos de continente: John Lutuli, Desmond Tutu, Nelson Mandela y Kofi Annan.
El Comité Noruego Nobel destacaba de ella su activismo en Kenia y su contribución al desarrollo sostenible, a la democracia y a la paz. Y añadía: «Tiene una visión global del desarrollo sostenible que abraza la democracia, los derechos humanos y, en particular, los derechos de la mujer».
La formidable actividad de esa mujer, de raíces profundamente ecologistas, ha proporcionado nuevas dimensiones al concepto de la paz, asociándolo a quienes trabajen por un ambiente mejor en todo el globo y concediendo la misma importancia para su consecución a la conservación de nuestro entorno que a la erradicación de armas químicas y atómicas: o la tranquilidad del mundo dependiendo de la buena marcha de la naturaleza que le da la vida.
Esa ligazón entre defensa del medio ambiente y promoción de la paz la ha hecho doctrina y la ha aplicado en sus tareas durante toda su vida Wangari Maathai: «En vez de pelear es mejor proteger el ambiente. Y a todos los gobiernos les pido la equidad en ese tema... porque cuando los recursos escasean combatimos para apropiarnos de ellos. Debemos proteger los recursos naturales y el ambiente. A las personas que hacen la guerra les digo que para prevenir los conflictos es necesario proteger los recursos naturales nacionales, que son lo único que tenemos».
Licenciada en Biología en Atchison (Kansas), amplió sus estudios en Pittsburgh, en Alemania y en la Universidad de Nairobi, donde se convirtió en 1971 en la primera mujer que obtuvo un doctorado en Biología en toda África oriental. También fue la primera profesora en Anatomía Veterinaria y la primera decana de su Facultad en la Universidad de Nairobi. En 2003 fue nombrada ministra de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Vida Salvaje de Kenia.
Pero no sólo eso, pocas personas en el mundo han hecho tantas y tan buenas cosas por el medio ambiente, la paz o los derechos de la mujer. Pocas han llevado a la práctica como ella ese ensamblaje entre lo económico, lo social y lo ambiental, que debe caracterizar a todo proyecto que persiga un desarrollo auténticamente sostenible.
Posiblemente, su mayor contribución al desarrollo económico, ecológico y cultural de Kenia y de África ha sido el Movimiento Cinturón Verde, que inicia en 1977, plantando siete árboles en un pequeño parque de Nairobi. Integrado especialmente por mujeres, su finalidad última es la de proteger la biodiversidad salvando miles de hectáreas de bosques de la deforestación, preservando los hábitats forestales para la vida salvaje con el propósito de cambiar las vidas de los participantes mediante la sencilla idea de plantar árboles.
«Plantar un árbol encierra un mensaje muy claro: con ese simple acto usted puede mejorar su hábitat. La población cobra así conciencia de que puede influir en su entorno, y ello es un primer paso hacia una mayor participación en la vida de la sociedad. Todo el mundo puede ver los árboles que hemos plantado, son por ello los mejores embajadores de nuestro movimiento».
El Movimiento Cinturón Verde, que lleva plantados más de treinta millones de árboles, incluye además educación, planificación familiar, nutrición, lucha contra la corrupción y los imprescindibles viveros (unos tres mil). Unas 80.000 personas trabajan, de las que casi 50.000 son mujeres campesinas, lo que lo convierte en una combinación ideal de compromiso social y política activa. Desde 1986 este movimiento consiguió formar una red panafricana que ha llevado proyectos similares a Tanzania, Uganda, Malawi, Lesotho, Etiopía y Zimbabue, países en los que se organizaron seminarios y programas de formación.
Pero no se queda en su continente, y luchará también empecinadamente contra los dirigentes del planeta, a los que considera responsables de la destrucción del medio ambiente, aquellos para los que desarrollo es sinónimo de cultivos comerciales extensivos, presas hidroeléctricas onerosas, hoteles, supermercados y artículos de lujo.
En este sentido, denuncia Wangari Maathai la expoliación de recursos humanos y naturales, por no atender las necesidades básicas de la población, o sea, alimentación adecuada, agua potable, vivienda, atención hospitalaria, información y libertad, y sí mantener estrechas relaciones con las transnacionales cuya única meta es obtener beneficios a expensas del medio ambiente y de la población.
Cuando se están viviendo conflictos violentos, guerras, que como otras ya históricas se originan por la disputa del control y aprovechamiento de los recursos naturales escasos o mal repartidos, resulta encomiable el concepto mucho más actual y desde luego global de la paz que aplicó en todas sus actuaciones Wangari Maathai: una utilización más ordenada de los recursos naturales que evite la expoliación con que suelen enriquecerse unos pocos a costa del empobrecimiento de otros muchos o, lo que es igual, que acabe con las tremendas desigualdades que conducen a la desesperación y a los enfrentamientos.
El inalcanzable valor de la paz no dependerá ya más únicamente del final de las guerras o del desarme, sino de un equilibrio global que incluye la conservación y el incremento de la biodiversidad.
Gracias Wangari Maathai, treinta millones de gracias, por haber sido así, persistente y valerosa. Recibe nuestra mayor gratitud. ¿Y sabes una cosa? Lo mejor para nosotros es que toda tu ingente tarea sigue viva, por lo que todavía tenemos tiempo para seguir aprendiendo de tus quehaceres. Te seguiremos.
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