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Cuando la sanidad se convierte en negocio

17 de Octubre del 2011 - Alejandro Álvarez García (Oviedo)

A raíz de la polémica surgida recientemente sobre la dedicación profesional de los médicos a la sanidad pública y su compatibilidad con la privada, polémica en la que han intervenido también los lectores de este periódico con opiniones encontradas y acusaciones de demagogia, solamente quiero contar lo que me ha sucedido con alguno de los profesionales implicados en el asunto.

El caso no es de otra época, sino que se inicia en el primer año de este siglo.

Tengo 45 años, corro de 12 a 16 kilómetros, practico todo tipo de deportes y tengo una maravillosa familia con tres hijos, y todo gracias a estar expectante.

El 26-11-01 acudo a consulta privada de un urólogo de fama reputada, el cual pide realizar ecografía y marcadores tumorales dando como resultado un cáncer testicular. Aconseja operar y el 4-12-01 me quita el testículo derecho, transcurriendo sólo nueve días desde la primera consulta hasta la extirpación del tumor. Esta operación era necesaria y fue correctamente realizada. Posteriormente me hago un TAC, dando como resultado negativo, es decir, parece que no hay invasión externa; pero cuál sería mi sorpresa cuando dicho urólogo me propone de nuevo pasar por quirófano para proceder a realizarme de forma inmediata una linfadenectomía retroperitoneal (técnica modificada con conservación de nervios). No me indica que hay otras opciones o tratamientos. Todo ello pagado de mi bolsillo.

Consulto con un amigo radiólogo y me dice que quien ha de opinar es un oncólogo y no el urólogo, dicho lo cual acudo al Hospital General y me indican que estemos expectantes y que el tiempo nos dirá si hay que aplicar algún tratamiento; pero bajo ningún concepto lo apuntado por el urólogo. A los quince días acudo a Pamplona y me ratifican lo dicho por mi oncólogo. Estando en la Clínica Universitaria de Pamplona requiero al urólogo para que me envíe su informe, el cual me hace llegar por fax, y cuál será mi sorpresa cuando en él viene la posibilidad de actitud expectante o empezar con un protocolo de quimioterapia.

Pasado un tiempo, superada mi angustia y depresión, he llegado a la conclusión de que este urólogo que pasa consulta privada y que opera de forma privada lo que pretendía, tras proponer la segunda operación, era más dinero para su bolsillo; le debí de parecer facilón al acceder tan rápidamente a la primera operación. Pienso firmemente que intentó aprovecharse de mi situación personal, qué menos que indicarte que hables con un oncólogo, que pidas una segunda opinión, o al menos que sea claro con las diferentes posibilidades de tratamiento. La operación que me proponía consistía en abrirme en canal y hacer una limpieza interior, una verdadera locura.

En la vida he tenido mucha suerte, bien sea por el destino, decisiones personales, no sé... Lo que sí sé es que me rebelo ante este tipo de personajes que lo único que pretenden es tener mejor coche, mejor vivienda, a costa de la salud –o al menos de la calidad de vida– de los demás.

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