El maltrato de animales en España
Nuestro país ocupa un siniestro lugar en Europa en el maltrato de animales. Si comenzamos diciendo que el hombre simplemente es un animal más y que las diferencias en el código genético entre un caballo y un Homo sapiens es inapreciable, empezaremos a comprender las leves distancias que nos separan. La doctrina del ahinsa o del no daño es el principal dogma de la filosofía hindú, cuyo fin es no causar daño a los seres sensibles.
En Europa, que aún sostiene la bandera de las luces y la razón, es frecuente ver cómo los estados legislan leyes que humanizan el trato hacia los animales. Pongo como ejemplo cómo el Reino Unido prohibió la exportación de corderos a España al percatarse de la forma cruel en que eran sacrificados dándoles un corte en el cuello y, aún medio vivos, eran transportados con unos ganchos prolongando su agonía durante un tiempo exagerado.
El conductismo humano hacia los animales, basado en parte por la tradición judeo-cristiana de que el resto de animales (nosotros también lo somos) está para servirnos de ellos, posee gran parte de la culpa.
Un biólogo sostenía que aquellos animales considerados superiores en la esca la animal (caballos, perros, gatos, etcétera), con un sistema nervioso superior idéntico al nuestro, sufren de la misma manera que lo hacemos nosotros cuando nos infligen daño.
Las corridas de toros no son otra cosa que una tradición macabra y espantosa donde se somete al noble animal durante media hora a una tortura vil y espuria y donde brilla por su ausencia la actitud empática y cognoscente del torturador.
Sería una gran alegría que algún partido de izquierdas se implicase en la desaparición de tan lamentable espectáculo ya que los conservadores, en su afán por no cambiar nada, no estarían mucho por la labor.
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