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La Casa de San Claudio

15 de Octubre del 2011 - Carlos Álvarez González (Madrid)

Cuantas veces este periódico ilustró noticias sobre San Claudio con una fotografía de la Casa. Cuantos vecinos han pasado cada día por su lado en su camino de ida y vuelta a Oviedo. Cuantos de ellos y de sus antepasados fueron clientes durante más de un siglo del comercio que albergabaTodo esto, desde la semana pasada ya es historialos nuevos designios urbanísticos, con su brazo ejecutor en forma de pala escavadora, pusieron punto y final.

Me va a resultar difícil enfilar la recta de La Lloral, sin esa imagen al fondo, la Casa, tan sólida entre las dos carreteras, la de San Claudio y la de El Escamplerosus muros blancos, su balconada llena de geraniosla mimosa y las dos palmeras, la una siempre espléndida, la otra siempre en lucha, asomando entre los muros. Me va a resultar difícil volver a San Claudio, a tomar unas sidras en San Roque, o hacer una visita a los nuestros en Villaverde. Y no menos difícil subir al Escamplero para desde allí acceder al resto de Las Regueras e incluso dejarme caer hasta Avilés y el marDesde la semana pasada, y en aras del progreso, la Casa ya no está allí

Su ubicación en un cruce de caminos, clave en el desarrollo del comercio de la Casa, La Pastora, fue al final su maldiciónuna amplísima rotonda por delante y la amenaza de la Ronda Norte por detrás, han actuado de pinza devoradora de recuerdos, para traernos a la dura realidad de lo que la palabra expropiación, seguida de demolición significan

Lejos quedan ya los tiempos, de aquel 1866, en el que la fundadora, Teresa Álvarez, junto con su primer esposo, Pastor González, crearan el comercio y le dieran nombre lejos también aquel 1913 en que Aurelio González Fidalgo, adquiere el negocio, se enamora de la sobrina de los anteriores propietarios, y juntos dan continuidad al proyectolejos los tiempos de la ruina de la Guerra Civil, y de la tienda de Oviedo en la esquina de lo que entonces era aun Calle Independencia y la Avda. de Colón, lejos la venta de tantos y tantos retales de telas, venidas de las por aquel entonces pujantes fábricas catalanas, de tanta paquetería, muebles, loza, menaje, de tantos sacos de piensos y fertilizantes, de los ultramarinosel ferrocarril acercaba todo a la estación de San Claudio, los carros primero y los camiones después, lo llevaban hasta nuestra Casa y allí desde La Lloral, se distribuían por todo el oeste del Concejo de Oviedo, a S. Claudio, a Sograndio, a Santa Marina, a Loriana,, a Las Regueras

Cuantos clientes, cuantas familiasventa mayoritariamente a Crédito, llevando cada cliente su libreta en donde se apuntaban sus compras y sus deudasideas modernas en formatos antiguos

¡Cuántos cambios en San Claudio! Ya casi no conoces a nadie, oí decir muchas vecesNo pasa nada, es hasta bueno, las cosas cambian y hay que aceptarlas y valorarlasnuevas infraestructuras, más calidad de vida, han aparecido casas por doquier, algunas bellas, otras no tanto, y todo esto en general está bien.perotambién da pena lo poco que va quedando del pasadola fábrica de loza, la de ladrillos, los antiguos comercios, aquello que fue motor económico un día, hoy ya no está, y somos ahora más dormitorio que nuncaes ley de vida, y no tiene porqué ser malo, pero hay un algo de pérdida que produce tristeza, sobre todo a los que aquí hundimos nuestras raíces

¿Creéis que van a venir los de Villamar a hacer vuestro trabajo? era la frase favorita de mi abuelo contra la pereza Y no, no va a venir nadie a darnos lo que queremos, así que esforcémonos por lo que deseamos, ya sea el progreso sostenible de San Claudio o el mantenimiento de las raíces, esas raíces que vosotras Lali y Margot junto con vuestros hermanos, nos grabasteis a fuego luchemos con sensatez, pero con ilusióncon un pié cojamos impulso para volar a otros mundos, otras culturas, otras ideas que nos enriquezcan y con el otro, aferrémonos firme a nuestra tierra y luchemos por ella.

Y si de Villamar hablamos, que gozada asomarme por la noche a las ventanas de la Casa, para ver las luces entre el caserío disperso, y continuar luego viajando con la vista por toda la falda del Naranco.Esos son mis recuerdos, y siempre viajarán conmigo

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