Robos en el HUCA

23 de Octubre del 2011 - Marina Coletes Laspra (La Fresneda)

Soy una alumna de sexto curso de Medicina y escribo esta carta como protesta ante una situación que lleva varios años sucediendo en el Hospital Central y ante la que nadie parece aportar ningún tipo de solución. Recientemente, entre las 08.30 y las 12.45 horas, fui una víctima más de la oleada de robos que se repite en los vestuarios del Hospital, al menos desde que yo empecé la carrera. Hacemos esto en unos vestuarios a los que sólo tenemos acceso los profesionales y los estudiantes, y la puerta que comunica estos vestuarios con el resto del Hospital está cerrada con llave. Los estudiantes no podemos utilizar las taquillas que hay en los vestuarios, lo cual me parece comprensible. La única seguridad es un cartelito en la puerta en el que se nos advierte de que no dejemos allí objetos de valor. Pero ¿qué entendemos por objetos de valor? A dos compañeras les robaron las botas (sí, las botas) en esos vestuarios. A otra amiga, sus gafas graduadas, «las de ver». Cualquier día salgo del quirófano y me faltan los pantalones.

Ahora me tocó a mí, en el vestuario femenino de los quirófanos de la segunda planta. Mientras presenciaba una operación, alguna desalmada (o desalmado) robó mi fonendoscopio y un cuardenillo de estudio. Ingenua de mí, e incluso tonta, por pensar que nadie que trabaje en el ámbito de la medicina robaría un fonendo, nuestra herramienta básica, a un estudiante. Precisamente estaba contentísima de tener la oportunidad (o el privilegio) de presenciar un caso clínico muy interesante, y altamente satisfecha de la atención y explicaciones que recibí por parte de todo el equipo. También me pareció ver un ambiente de trabajo muy positivo, una muy buena relación entre los profesionales. Todo el mundo ha sido muy amable conmigo desde que empecé las prácticas en este servicio. Todo muy bonito y maravilloso. Pues no. Parece que a la hora de la verdad no tenemos ningún tipo de escrúpulo. El ladrón no fue un paciente ni alguien que se «colase» de fuera, dado que está vetado el acceso a personas ajenas. También sé que quien lo hizo quizá me ha hablado o sonreído a lo largo de esta semana. No es que dejase mis objetos personales con un cartelito diciendo «por favor, róbame», sino que los envolví en la bata y los coloqué en la parte superior de las taquillas. Esto apunta una gran experiencia en el ladrón, dado que sabía dónde buscar.

Pero el motivo de mi queja ya no es sólo lo que me ha sucedido a mí, sino el hecho de que esto ocurre muy a menudo, y nadie pone medida alguna para frenarlo. Una simple solución sería que hubiese una estantería en el vestuario en la que pudiésemos colocar nuestras pertenencias, enfocada permanentemente por una cámara, y utilizaríamos el resto del espacio para cambiarnos. Es lamentable que los profesionales que van a los quirófanos a darlo todo, a salvar vidas o a mejorarlas, muchas veces en situaciones límite, se vean forzados a desempeñar su actividad profesional en estas circunstancias, en las que si, por descuido, dejas las gafas fuera de la taquilla seguramente no las veas más.

A quien me robó: si está usted leyendo esto, le informo de que un fonendo vale 90/100 euros. Sí, es caro, y más para una estudiante. Pero en mi caso es mucho más preciado por el valor personal y emocional que representa para un médico su primer fonendo. El mío es de color «azul caribe». Muy bonito. Que lo disfrute. Espero que cada vez que lo mire (si es que no tiene pensado venderlo) se acuerde de mí. Soy esa chica rubia, bajita y muy sonriente que anda estos días por el Hospital. El libro que me robó usted, un cuadernillo MIR de endocrinología, se reparte gratis en la Facultad de Medicina. Pero tranquilo, dentro de pocos años estaré aquí, quizá como su médico para curarle. Ahora, eso sí, que nadie se queje si me ve llegar al Hospital con los pantalones del rastro y las chanclas y la camiseta de la playa, o si no llevo gafas con las que pueda ver bien para hacer una buena exploración física, o si no tengo fonendo con el que auscultarle. Seguramente sea porque ya no me quede ropa, ni gafas, ni fonendo, ni libros, ni zapatos. Advertidos están.

Marina Coletes Laspra,

La Fresneda

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