Sacrificios
Son los que está haciendo el pueblo llano, el indefenso contribuyente, para poder malvivir en esta cabrona crisis que todo lo está destrozando, social y económicamente. Cada vez hay más paro, más empresas hundidas, son más caros los precios de los artículos alimenticios y de obligado consumo, más hambre, más necesidad, más familias hundidas también y más angustia y desesperación. Ésta es la cara triste y dolorosa de la moneda carpetovetónica; la otra cara de la moneda son las entidades bancarias que están obteniendo beneficios astronómicos, exprimiendo bien a sus hipotecados y clientes. A éstas hemos de añadir a aquéllos que se valen de trapicheos, negocios sucios y cuantos sinvergüenzas se valen también de la crisis para forrarse y vivir a cuerpo de rey.
Y mientras tanto, nuestra clase política –excelencias, señorías y demás–, bien retribuida, ajena por completo a tanto sacrificio y necesidad de muchos electores, pierde el tiempo y el culo en esta campaña electoral, que es lo que verdaderamente le importa. Unos, para conservar la poltrona; otros, para alcanzarla. Ellos, de sacrificio, nada. Gobierno, oposición y demás partidos políticos y sindicatos, mucha verborrea y palabrería, amén de demagogia, pero la cruda y triste realidad está en la calle, en la población, que es la verdadera sacrificada.
Y uno, ahora, se pregunta: ¿Y la Casa Real? Pues igual, amigos, la crisis le es ajena a todos sus inquilinos, no les afecta para nada. Y luego, el Rey, recientemente, en un acto público, nos viene con aquella milonga de que «tenemos que hacer sacrificios». ¿Más aún? ¿Los hacen él y los suyos? Bueno, uno a veces piensa que nuestros mandamases, en medio de la desolación que vive el pueblo, parece que se ríen además de todos nosotros, los paganos y sufridores de siempre. Además de «eso», apaleados. Lo que nos faltaba.
Ricardo Luis Arias
Aller
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