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Las marionetas de un dios cruel

19 de Octubre del 2011 - Teresa Antequera Cerveron (Alfafar (Valencia))

Si los catolicos o los protestantes no quieren o no se les permite creer en la reencarnación, necesariamente tendrán que creer en la condenación eterna, es decir en el infierno. Pues según las enseñanzas católica y protestante, un alma muy cargada o como ellos dirían, muy pecadora, está eternamente condenada. Sin embargo por la misericordia de Dios esto no es así, Dios no condenaría a ninguno de Sus hijos eternamente, ni siquiera nos condena. El nos ama a cada uno de nosotros, por eso algún día también el alma cargada de pecados puede volver a encarnarse y eliminar paso a paso su culpa para volverse de nuevo completamente libre para la vida que es Dios. Todos podemos regresar a Dios, al Hogar del Padre. Ése es el sentido de nuestra vida terrenal: purificarnos para acercarnos paso a paso a nuestro origen divino.

Cada cual puede creer lo que quiera. Cada cual puede seguir siendo católico o protestante. Sin embargo habría que aclarar una cosa: Jesús no quería ninguna Iglesia. Jesús no quería sacerdotes ni enseñó ninguna condenación eterna. Jesús enseñó que el templo de Dios está en nuestro interior y en esta conciencia las personas podemos reconocer que Dios está siempre presente, no importa cuántas encarnaciones vivamos.

La Iglesia católica enseña que el alma se crea en el instante de la concepción, pero ¿quién la crea?, supuestamente Dios, quien interviene de algún modo en el engendramiento de creación de ese alma inmortal. Por tanto exageradamente se podría decir que la Iglesia convierte a Dios en el siervo de creación del hombre. A pesar de que El, que es universalmente sabio, sabrá que más tarde posiblemente tendrá que enviar a ese hijo suyo a la condenación eterna, lo que no deja de ser aberrante.

Para la Iglesia protestante es algo diferente, porque según Lutero Dios destina de antemano; prácticamente desde el engendramiento Dios distingue qué alma vuelve al cielo y qué alma va al infierno. Por lo tanto según Lutero eso significa que el ser humano no tiene libertad, porque ya de antemano está predestinada o a ir al cielo o al infierno, ¿qué importa entonces lo que hagas de bueno o malo, si tu lugar de destino te espera de todas formas? Eso significaría que desde un principio Dios sabría que ha creado un alma malvada que luego condenará para toda la eternidad.

Cada cual tiene el derecho de creer en la enseñanza de su Iglesia y atenerse por lo tanto a la fe que enseñó el fundador de su religión. Pero Jesús de Nazaret enseñó algo diferente y Su enseñanza no debería deformarse, pues tanto la predestinación como la condenación son enseñanzas crueles de las que Jesús nunca habló y que muestran a un Dios malvado. ¿Es este el Padre que tan amorosamente no enseñó Jesús? ¡De ningún modo! Si realmente fuese así, no seríamos más que marionetas de un dios cruel, absurdo e imprevisible.

Estamos en la Tierra para practicar en nuestra vida diaria la enseñanza del Nazareno, para purificar nuestro pasado, arrepentirnos, reparar en lo posible y no volver a repetir nuestros antiguos pecados, en definitiva irnos convirtiendo poco a poco en seres divinos. Ése es el sentido profundo y el significado de la reencarnación.

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