Los diez mandamientos
¡Una economía como Dios manda! Pues, anda, que si tenemos que esperar a que Dios nos mande indicaciones sobre economía. Así se guasaba en un mitin en alguna parte este Rubalcaba reconvertido en exitoso animador de calle, mientras la claque progresista se partía de risa. Lo escuché en el telediario de las tres del domingo 16. Por cierto, nuestros chicos ya no preguntan si ponen el telediario; ahora preguntan si ponen el Rubalcaba. Las chanzas de Rubalcaba se podrán pues escuchar en una cascada de telediarios. TVE, como servicio público, cumple ejemplarmente con su deber de socializar el cachondeo.
¿Qué le enseñaron los curas a Alfredito Pérez, alumno pijo del Colegio del Pilar, un centro religioso de postín? Las indicaciones de Dios sobre cómo llevar la economía no hay que esperarlas, D. Alfredo; hace tiempo que las dio, alrededor de tres mil años. NO ROBARÁS es el séptimo de los diez mandamientos. El quinto es NO MATARÁS. Algo sabrá el animoso animador de por dónde va una economía que no respeta los mandamientos; él, que fue portavoz de un gobierno en el que se mató no poco (que siempre es demasiado), 28 asesinatos; y en el que se robó a mansalva (España, el mejor país para enriquecerse rápido, decía el entonces ministro de la cosa).
El balance de aquellos catorce años de socialismo real no se despacha con el alegre chascarrillo de la botella que los optimistas ven medio llena, mientras para los pesimistas está medio vacía. Aquel ciclo se cerró en el 96 (pasados los fastos de Sevilla y Barcelona, del 92), con un montón de nuevos ricos y tres millones y medio de parados (el 19% de la población activa en esas fechas). Si se pregunta a los nuevos ricos, dirán que la botella estaba a tope; si preguntáramos a los tres millones y medio de parados, contestarían que, a más de vacía, la botella estaba rota. Aunque tal vez, si bien se mira, el robar sea una actividad progresista. Apropiándose lo ajeno, se progresa más de prisa. A lo mejor por eso la claque se partía de risa con las gracietas del candidato animador de calle. Hacen guiños y se dicen, frotándose las manos, hemos inventado la felicidad. ¿No era Nietzsche un visionario?
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