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La hambruna del siglo XXI

23 de Octubre del 2011 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Posiblemente nos habíamos creído que eso del hambre estaba superado. Que era una cosa del pasado, de la hucha del Domund con la cabeza del negrito y/o de algún reportaje de televisión. Pero no. Incluso llegamos a pensar que éramos capaces de acabar con esa vergüenza porque año tras año quienes sabían de ello decían que estábamos más cerca de conseguir uno de los objetivos del desarrollo de todos los tiempos, el de erradicar el hambre y la extrema pobreza.

De pronto y una vez más nos llega la imagen del cuerno de África. Y digo la imagen porque hasta que ésta no nos impacta no sabemos/no contestamos. Reitero, volvieron a fotografiarnos niños famélicos a estropearnos la comida durante el telediario, y nuestra reacción fue inmediata: apretar el botón del mando a distancia para cambiar esa estampa por una teleserie de acarameladas escenas de amor y repleta de músicas enlatadas.

Hoy, por fortuna, un crecido número de estrellas del cine y de la música capitaneados por Bono, líder de «U2», se ha alineado para gritar al mundo que el cuerno de África está viviendo una emergencia humanitaria. Para llamar la atención emplean una palabrota bastante usada en inglés: «fuck», en un vídeo que han colgado en Youtube, en el que también lanzan mensajes sobre la dramática situación de esa zona africana. Esta campaña con denuedo evidente de estimular y comprometer conciencias está saliendo a la luz, tratando de alcanzar el mayor efecto, un mes antes de la próxima cumbre del G-20, que va a celebrarse a principios de noviembre en Cannes.

En el minuto de duración del corto, cuyo lema es: «La letra F: la hambruna es la verdadera obscenidad», todos los participantes chillan la palabra «fuck» (aunque sólo se les deja oír la primera letra, pues se les tapa la boca mientras tratan de pronunciarlo). Finalmente, el mensaje dice: «No queremos tu dinero. Queremos tu voz». Los artistas lanzan, asimismo, durante el vídeo unas cantidades dramáticas como que, en unos pocos meses, más de 30.000 niños han pasado a mejor vida (nunca mejor dicho) y que 12 millones de personas están al borde de la muerte.

¡Qué cruel es la realidad de la vida –ahora, decimos nosotros–, para quienes han tenido la desgracia de nacer en ese otro lado del mundo! En esta otra parte del planeta nos quejamos sobremanera de una crisis económica que nos aprieta y oprime, pero para nada pensamos en esos seres del mundo que, por decirlo de una forma atemperada, «no tienen dónde caerse muertos».

En el cuerno de África se mueren de hambre sin que el amplio universo de la abundancia se estremezca o, cuando menos, lo haga tímidamente. De nuevo nos alertan de la tremenda hambruna que sufre Somalia, aunque las llamadas de atención están siendo flor de un día, y apenas si logran concienciar a tantos estómagos agradecidos del Occidente rico.

Por otra parte, una vez más, se nos muestran los rostros de hambre, de desesperanza resignada y silenciosa y la mirada perdida en el vacío que no conduce ya a ningún lugar. Miles de somalíes caminan descalzos hacia una paciente muerte. Buscan alimentos, agua, refugio, rebuscan una última esperanza que también les está siendo negada. Nadie acude al rescate de ellos y parece lógico, es el cuerno de África.

En una sociedad cada vez más interrelacionada y comunicada, decenas de miles de seres humanos pueden seguir muriendo. La situación es crítica y todo apunta que aún puede ser peor. Subdesarrollo, desnutrición, falta de agua y ciertas enfermedades están abonando un caldo de cultivo que predispone al sufrimiento, al dolor y a la muerte.

Por su parte, los responsables políticos se reunirán cuantas veces hagan falta para hablar de la deuda o de próximas elecciones y dejarán las calamidades de Somalia para otro momento, o vaya usted a saber. No corre prisa. Preferible es alimentar los mercados bursátiles que a los niños africanos.

En muchas ocasiones me pregunto, ¿se trataría de la misma manera a esa zona de África si dispusiera de importantes conexiones petrolíferas en su territorio? Y, asimismo, ¿dónde se halla el humanitarismo de la ONU?

Lamentable demostración de insensibilidad, de ineptitud y de crueldad, porque Somalia se está muriendo ante nuestros ojos. Y no queremos verlo.

Como ser humano me indigno, protesto y acuso y, porque no sé hacer otra cosa, reniego del sistema.

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