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La historia interminable

22 de Noviembre del 2011 - Juan Carlos Rodríguez Castedo (Oviedo)

En relación a todo lo sucedido y hablado en relación con el anuncio de ETA sobre su supuesto cese de actividades, me gustaría apuntar lo siguiente:

En primer lugar, y antes que nada, soy demócrata. Creo en la división de poderes, en el Estado de derecho y en la soberanía nacional del pueblo expresado en las urnas. Pues bien...

Ahora resulta que los que no disponen de esta facultad podrán negociar en igualdad de condiciones con nuestros representantes democráticamente elegidos, sólo por conservar pistolas en sus cartucheras. Con el 15-M, igual; no represento a nadie, pero soy la voz del pueblo. Todo esto se tolera desde el Gobierno, las delegaciones de Gobierno, ciertos medios de comunicación y altos cargos de las administraciones locales y regionales. Y yo pregunto... ¿para qué existe la ley si no es para cumplirla? ¿Qué sería de un Estado sin que primara, en primer término, la ley (Hobbes)? ¿Hacia dónde va un país donde uno de los dos partidos con más representación legítima juega al juego de los verdugos?

Si ETA quisiera dejar de ser lo que es, sus portavoces del lunes se hubieran descapuchado al final del discurso, hubieran dado su localización, y habrían esperado a ser detenidos. Por el contrario, tuvimos que aguantar los elogios a sus «caídos».

No habrá paz nunca, porque nunca hubo guerra. No habrá perdón nunca, porque nunca hubo ni habrá ni disculpa, ni arrepentimiento. Los terroristas no son actores políticos; no disponen de ningún tipo de legitimidad democrática y, de haberla tenido en algún momento, la habrían perdido con su ejercicio de la barbarie. Son delincuentes comunes y poco más, enfrentados a la acción de una justicia que, mejor o peor, ha conseguido, gracias a la valentía de nuestras fuerzas de seguridad, acorralarlos.

Una reflexión: me pregunto qué cara habrían puesto Hoover o Roosevelt si en aquél momento Al Capone les hubiera dicho públicamente que quería resolver «el conflicto».

Se ha hablado mucho de la dialéctica estos días y estoy escandalizado de oír a los propesoes justificar concesiones y resaltar victorias inexistentes. ETA no ha desaparecido, no se ha disculpado y, ni mucho menos, se ha disuelto. Interesa mandar un mensaje en este momento para favorecer la candidatura del siempre oscuro Rubalcaba en este sentido. Es la venta del buenismo zapateril, del pensamiento Alicia, que dijo el profesor Gustavo Bueno. La realidad, sin embargo, es otra.

La realidad es que España sigue siendo el único país de la OCDE que sigue sufriendo de los desvaríos de un terrorismo autóctono. La realidad es que ETA nunca dejará de matar si no se acepta que hay que negociar con ella, mejor dicho, que un Gobierno elegido con toda la legitimidad democrática que dan las urnas deberá sentarse con una banda de asesinos mafiosos en igualdad de condiciones para decidir quién sigue y quién no en la cárcel y, con el tiempo, cuáles son las fronteras de Euskadi y Navarra, o cien mil aspectos más ligados únicamente a la legitimidad de la democracia representativa, ahora influenciada por la opinión de los verdugos de la misma.

No nos equivoquemos. Rubalcaba para esto es un maestro. Estamos ante una trampa. La mayor patata caliente que ZP le podría pasar, como venganza, a Rajoy. El Partido Popular y UPyD, me consta, se mantendrán firmes. ETA utilizará de nuevo su mejor arma, el victimismo, para justificar, una vez más, el asesinato de alguno de nuestros compañeros, quizá –quién sabe– de mí mismo. Y después quedarán tres discursos: ETA se presentará como víctima que intentó la «paz», el PSOE dirá que estropeamos la «paz», los que aún nos mantenemos firmes contra la barbarie, seguiremos sufriéndola.

Pero señores, como siempre, no nos dejaremos ganar. La única forma de derrotar a ETA es a través del Estado de derecho. Los chivatazos de Faisán, las negociaciones ocultas, las concesiones, acercamientos y liberaciones sólo contribuyen a fortalecerlos.

A mí, esta «paz» ficticia, donde nunca hubo guerra, con el discurso aceptado plenamente por los de siempre, me suena a 11-M, quiero decir, a brutalidad del terrorista que deriva en que se acusa más al Gobierno como culpable que a los que realmente pusieron las bombas. Me dan mucho miedo –supongo que igual que a ustedes– los políticos que están dispuestos a jugar con las vidas humanas a cambio de la oportunidad de denostar a sus adversarios políticos. Eso ya sucedió... ¿estaremos volviendo a lo mismo?

Disponemos de unas fuerzas de seguridad excelentes, de una conciencia general ciudadana y, al menos, de una buena parte de nuestra clase política que tiene las cosas muy claras. ¿Porqué complicarlas ahora?, ¿por qué dar pasos atrás?, ¿porque a Rubalcaba le interesa? España es más que un señor. Yo, al menos, lo tengo claro.

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