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Gabriel García, un naviego ejemplar

4 de Noviembre del 2011 - Guillermo Suárez Méndez (Navia)

Hay días en que uno se lamenta de haberse levantado de la cama. Como el domingo de la trágica noticia del fallecimiento en accidente de tráfico, tras haber sido víctima de una insuficiencia cardiaca, de Gabriel García, afable vecino de la villa, que contaba con el cariño y el reconocimiento de naviegos de todas las edades. Y es que Gabriel no era un ciudadano más, era una persona entregada a la sociedad, que solía participar en todos aquellos actos sociales o deportivos siempre y cuando su salud se lo permitiera. Ligado desde hace décadas al Navia Club de Fútbol. Su hijo, «Chapri», actual presidente de la entidad, heredó su amor por los colores rojiblancos y por el fútbol y el deporte en general. Jubilado de la empresa Alsa, compaginó sus últimos años como chófer con su otra pasión, la natación. Rara era la mañana de sábado o domingo donde si uno se daba un paseo por la playa no veía a Gabriel con su bicicleta, corriendo o incluso dándose un baño. Su afición al deporte le hacía cada año tomar la salida en la tradicional «San Silvestre» y en el Descenso a nado de la ría de Navia, competición en la que Gabriel se sentía realizado; para él arrojarse a las gélidas aguas de la ría cada mes de agosto era una necesidad, era su droga. Cada vez le costaba más, llegaba más fatigado, pero eso le daba igual al bueno de «Gabri», podía tardar quince minutos o una hora en completar el trayecto entre las Aceñas y el puerto. El caluroso aplauso y el cariño del pueblo estaba asegurado. Los nadadores más jóvenes veían en él un ejemplo a seguir, cada día del Descenso su nombre estaba en boca de propios y extraños: «¿Ha llegado ya Gabriel?», «¿Dónde viene Gabriel?», «¡Vamos Gabri, que ya no queda nada!». Su afán enternecedor por enseñar las corrientes de la ría, su ría, a los principiantes, o sus eternos debates en torno a la temperatura del agua, hacían de Gabriel un personaje enriquecedor, de esos que cuando te lo cruzas merece la pena cambiar de acera para charlar un rato con él y escuchar sus historias sobre travesías en Viveiro, el anciano de A Coruña que por haber nacido un mes antes le quitaba todos los años el trofeo al nadador más veterano de la travesía de San Amaro. Su carácter afable, sus ganas de dar a conocer Navia, incluso acogiendo nadadores en su casa, y el respeto y admiración que se había ganado entre sus vecinos hacen de Gabriel García un hombre irrepetible. Costará tiempo que alguien pueda ocupar el gran vacío dejado por Gabriel. Sus vecinos le despiden prometiendo que jamás quedará en el olvido, mientras la ría de Navia baja más triste y solemne que nunca, como si quisiera darle un último homenaje a quien tantas veces le juró amor eterno.

Hasta siempre, amigo. Nunca te olvidaremos

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