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El tortuoso camino de Cascos en Asturias

27 de Octubre del 2011 - Constantino Díaz Fernández (Oviedo)

Desde el primer momento en que fueron conocidos los resultados de los comicios del pasado 22 de mayo en Asturias y, como consecuencia, la composición de la nueva Junta General del Principado, se intuía la dificultad que iba a suponer la formación de un gobierno estable, con auténtica libertad de decisión para sacar a nuestra región de la atonía y clientelismo en que se encontraba, y con la suficiente capacidad para emprender el necesario programa de ajustes y reformas que condujera al camino de la recuperación. Descartado, por la lógica de la aritmética, la posibilidad de reeditar los tradicionales gobiernos PSOE-IU de las últimas legislaturas, de no muy grato recuerdo para los asturianos, y con un PP en fuera de juego, materialmente noqueado por la aplastante derrota que le infligieron las urnas, quedó trasladada a FAC, la nueva formación política liderada por Álvarez-Cascos, la responsabilidad y difícil tarea de afrontar la gobernabilidad de nuestra Comunidad Autónoma.

Pasados los momentos en los FAC intentó, sin éxito, llegar a algún tipo de acuerdo con el resto de las fuerzas que habían obtenido representación parlamentaria, y quedando patente en el debate de investidura la dificultad para conseguir algún pacto con la más afín a su ideario político, el 16 de julio de 2011, con un exiguo respaldo de 16 diputados, Francisco Álvarez-Cascos tomó posesión como nuevo presidente del Principado de Asturias. El acuerdo contra natura que, previamente, los populares habían alcanzado con los socialistas para hacerse con la presidencia de la Junta General, relegando a los casquistas a una irrelevante segunda vicepresidencia, unido al agrio y agresivo discurso con el que la portavoz de esta formación había respondido al candidato, escenificando no solo desencuentros programáticos sino inquina y resentimientos personales, hacían presagiar una legislatura problemática y extremadamente complicada, máxime en el difícil entorno socioeconómico de los tiempos en que vivimos.

Transcurridos los primeros 100 días de mandato, periodo de gracia que habitualmente se concede a todos los dirigentes para que organicen sus equipos y pongan en acción las primeras medidas de gobierno, los temores iniciales no han hecho más que confirmarse. No solo los derivados de las dificultades con que se ha encontrado el nuevo Gobierno para emprender las acciones comprometidas en su programa y discurso de investidura, así como los añadidos de la implacable oposición y crítica ejercida por el resto de las fuerzas políticas, que ya eran esperados, sino los incorporados por la falta de oficio de los miembros del propio Ejecutivo que, hasta el momento, están mostrando abundante torpeza y escaso acierto. La evidente caída en las grandes expectativas que había generado el cambio de Gobierno, unida a la pobre imagen que, por término general, han dado en sus primeras y obligadas comparecencias en la Junta General, no es precisamente lo que se esperaba del equipo seleccionado por Cascos para poner en orden y dar respuesta a los múltiples e importantes problemas que aquejan a nuestra región. La falta de tacto con que afrontaron asuntos tan delicados como los de Cajastur, el HUCA, el Niemeyer, la RTPA y hasta, en otra dimensión, el tema del salmón de nuestros ríos, actuando de forma unilateral y precipitada, provocando una fuerte contestación por parte de todos los afectados, no es precisamente el estilo de gestión que se había prometido, ni el que, a buen seguro, esperaban sus muchos simpatizantes.

La última comparecencia pública conjunta del trío PSOE, PP e IU, a cara descubierta, sin capucha, en la que manifestaron, sin ambages, su decisión de controlar las acciones del Gobierno mediante un férreo control ejercido desde la Junta, pueden poner las cosas en situación más que insostenible. Si los resultados de las elecciones generales previstas para el próximo 20 de noviembre no proporcionan cifras claramente favorables para FAC, que, de alguna manera, supongan un refrendo a los obtenidos por esta formación el 22 de mayo pasado, difícil se le pondrán las cosas e incierto futuro les espera. Sin estabilidad institucional, con un PP dispuesto a todo, menos a facilitar la gobernabilidad de quien considera origen y causa de sus fracasos y atribuye sus propios errores, una disolución del Parlamento con convocatoria de nuevas elecciones o, lo que sería más traumático, una moción de censura, no parecen escenarios descartables. En cualquiera de los casos, si no se impone la cordura y se recupera la senda del entendimiento, el mayor perdedor no sería Cascos ni su formación política, lo sería Asturias y, por ende, todos los asturianos.

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