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María, una persona medicamento

22 de Noviembre del 2011 - José Antonio Flórez Lozano

María tiene 86 años y vive en un entorno rural maravilloso. Precisamente ahora, en el otoño, podemos apreciar y disfrutar de un cuadro paisajístico, pintado por un gran artista anónimo, y que yo hoy, junto a María, podemos deleitarnos. En la conversación que mantenemos puedo advertir de forma inmediata que un elemento esencial de su salud y longevidad es el optimismo que destila por los cuatro costados. Su optimismo y ese fino sentido del humor suponen herramientas que disuaden los malos momentos. Medicamentos que nos permiten afrontar exitosamente las dificultades, los conflictos y las contrariedades de la vida. En este sentido, María despliega todo su sentido del humor con su amiga Adela, de 83 años. Adela comenta con María que está preocupada porque su nieto, que es cariñoso, bondadoso y estudioso, llegó a casa a las tres de la mañana «colocadito». Dice María que con los tiempos que corren hay que darse con un canto en los dientes, porque tu nieto tiene un empleo; entiendo que estés preocupada porque trabaja hasta las tres de la mañana, pero, tal como es, en breve encontrará un trabajo mejor, se lo merece. En fin, una forma o una habilidad de sacudirse el pesimismo y el malhumor que nos acecha de continuo.

Su tarjeta de presentación

Antetítulo: Optimismo y humor, elementos esenciales de la salud

Destacado: El humor potencia una serie de funciones fisiológicas y psicológicas que se relacionan directamente con la salud y con la prevención de numerosas enfermedades

María exhibe con orgullo su tarjeta de presentación, el humor y la sonrisa frente a la vida, a pesar de que a veces pueda ser muy amarga. Los tragos se hacen más dulces con el buen humor. Tiene esculpida en su rostro la sonrisa, al igual que el maestro Mateo en el asombroso pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Allí, el maestro Mateo esculpió una de las sonrisas más fascinantes del arte universal: la del profeta Daniel, imperecedera y esperanzadora, como las de los rostros de Leonardo da Vinci, como la de María, que es su tarjeta de presentación frente a la vida. Ciertamente, el humor desdramatiza, neutraliza los conflictos y modera la intensidad del estrés, protegiendo en última instancia nuestros órganos y sistemas de los impactos traumáticos del estrés de la propia vida. El «sentido del humor» es el mejor amortiguador que hace nuestro viaje más cómodo y evita un cansancio insoportable en el tránsito por la vida. Groucho Marx dijo «si sigues cumpliendo años acabarás muriéndote». Los hermanos Marx simbolizan un humor absurdo y destrozón que adereza el paso del tiempo. Una forma eficaz de neutralizar el aburrimiento, es decir, una situación estresante preocupante. Simplemente si vemos «Sopa de ganso» o «Una noche en la ópera» surge el sentido del humor generosamente, sin restricciones, generando un humor complaciente, ameno, ágil e ingenioso. El sentido del humor y la risa favorecen la distensión, la relajación y la vasodilatación. Tal vez la risa femenina, como la de María, es un valor añadido para la supervivencia de la especie. Así, pues, risa, sentido del humor, sexualidad y felicidad son eslabones de una cadena de bienestar, equilibrio, salud y longevidad.

María no se toma la vida demasiado en serio

María atribuye su salud y longevidad a que no se toma la vida demasiado en serio. Recuerdo la anécdota de un periodista que preguntaba a un centenario que fumaba, bebía y comía abundantemente a qué atribuía su sana longevidad. Contestó el anciano, ¡no lo sé! Tal vez será porque nunca discuto... El periodista insistió, ¡hombre, por eso no será!... Y replicó el centenario, ¡pues no será por eso! Estudios científicos con centenarios, que hemos revisado, han evidenciado que una constante en sus vidas es no tomarse la vida demasiado en serio. Es decir, mantienen a raya el estrés. Son supervivientes cuyo eslogan es: «No te preocupes, todo saldrá bien». Además, tienen la sensación de que hay sentido y propósito en su vida y, por supuesto, tienen un fino sentido del humor. Churchill, durante uno de sus discursos, le llamó la atención a una diputada de la oposición. Pero a W. Churchill no le gustaba que le interrumpiesen durante sus discursos... No obstante, se le dio la palabra y ella dijo en tono alto y claro lo siguiente: «Señor ministro, si fuese mi marido, yo pondría veneno a su café». Churchill, con mucha calma, se quitó las lentes y exclamó: ¡Y si yo fuese su marido me tomaría el café! Querido lector, el humor potencia una serie de funciones fisiológicas y psicológicas que se relacionan directamente con la salud y con la prevención de numerosas enfermedades. Así, María preserva su salud y disfruta de su longevidad. De ti depende este reto de la vida.

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