Tierra quemada

8 de Noviembre del 2011 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Así está España hoy, cuando una legislatura, también quemada, agónica, que la historia sepultará en sus entrañas como la peor y más desastrosa desde el cambio constitucional. Los pirómanos somos todos, en algún grado y medida, que nos hemos sabido convivir y entendernos, obviando toda la ideología política e intereses de partidos, siempre antepuestos al bien común y la paz social. Claro está que la mayor responsabilidad, por no decir toda, corresponde a nuestra cuestionada clase política –excelencias, señorías, ediles y demás–, que son los verdaderos causantes de esta quema total de nuestra tierra, de un país destrozado por completo económica y políticamente.

Todos somos responsables, así, de una manera u otra, hemos de reconocerlo, sobre todo cuando se acude a las urnas. Ante ellas hay que dejar en casa ideologías, tendencias o simpatías y votar al partido que creemos puede sacarnos de esta quema. Su mandato es de cuatro años, y si ha sido malo o equivocado, en los comicios siguientes, escarmentados, se les vota con la B de bota, y, como remate, una higa. Este es el verdadero juego democrático electoral, y no votar, a lo bestia o a lo loco, por ser de una ideología o de otra. La verdadera ideología, a la hora de acudir a las urnas, no ha de ser otra que España, su paz, su unidad, el bienestar de todos y cuanto determina la Carta Magna. Viene a cuento ahora lo que nos decía, en cierta ocasión, una persona conocida y amiga: «Yo votaré siempre a mi partido, aunque gobierne mal». Decepcionado, no pude por menos que decirle que el borreguismo y la ideología lanar en nada le favorecían. Lamentablemente, no es este el caso único, sino que hay miles y miles que piensan y votan igual. Y así va todo, con este borreguismo carpetovetónico, demostrativo de una supina falta de libertad y de un criterio propio.

No, amigos, hay que ser consecuentes y tener conciencia de que, a la hora de votar, en nuestras manos está el poder conseguir que todo vaya bien para España y, como consecuencia, para toda su ciudadanía. No hay que ser rebaño y dejarse llevar por el vocero político de turno, que, en tantos casos, no busca otra cosa que su medro personal, esto es, vivir de la política, y no para ella.

A uno le importa un rábano que gobierne un partido de izquierdas o de derechas, lo que verdaderamente nos importa es que lo haga bien y para todos. Consecuentemente, ese partido, el que sea, tendrá mi voto.

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